Amelia y la Nueva Aventura
Era un día muy especial para Amelia. Con su familia, la familia Morán, se debía mudar a una nueva ciudad. No era cualquier mudanza, pues en su nueva casa vivían unos inquilinos muy particulares: ¡una familia de vampiros que alquilaban el sótano!
Amelia se encontraba en su habitación mientras guardaba sus juguetes en cajas. Miraba por la ventana y veía cómo sus amigos se reunían en el parque.
"Mamá, no quiero mudarme. Todos mis amigos están ahí" - dijo con un suspiro.
Su mamá, que tenía ojos sabios y cálidos, se agachó a su altura y le respondió: "Amelia, esta mudanza es una nueva aventura. Conocerás gente nueva y vivirás experiencias fantásticas. Además, siempre puedes hacer nuevos amigos".
Amelia no estaba tan convencida, pero decidió seguir adelante con la mudanza. Cuando llegaron a la nueva casa, lo que más le llamó la atención fue el sótano. Se oían extraños ruidos, pero la curiosidad podía más que el miedo.
Una noche, no pudo resistirse más y bajó las escaleras del sótano. Para su asombro, se encontró con una familia de vampiros: los vampiros Vlad y Greta y su hijo, Pepe.
"¡Hola! Soy Amelia" - dijo nerviosa.
Vlad, el papá vampiro, le sonrió. "Hola, niña. Soy Vlad, y ellos son Greta y Pepe. ¡Bienvenida a nuestra familia!"
Greta, que parecía muy amable, le ofreció una taza de chocolate caliente. "¿Te gustaría probarlo? Aunque no es como el que haces tú, es especial para vampiros".
Amelia probó el chocolate y le encantó. "¡Está buenísimo!" - exclamó.
Pepe, el hijo vampiro, se acercó y dijo: "¿Puedo mostrarte mi colección de murciélagos de juguete?".
Amelia nunca había visto juguetes vampíricos, y se la pasó genial jugando con Pepe. Pasaron horas riendo y compartiendo historias.
Al mismo tiempo, en la mente de Amelia, una idea empezó a formarse. "¿Podría ayudarlos?" - pensó.
"Chicos, ¿por qué no organizamos una fiesta para la gente del barrio? Así podemos conocer a más amigos juntos" - propuso.
"¡Esa es una gran idea!" - dijo Greta emocionada.
Después de hablarlo, se pusieron manos a la obra. Comenzaron a decorar su casa con arañas de papel y murciélagos de origami. Pepe era el encargado de hacer bocadillos especiales, mientras Vlad ayudaba a colgar luces.
Finalmente, llegó el día de la fiesta. La casa estaba llena de risas y alegría. Cientos de niños de la ciudad llegaron, algunos con miedo, pero al ver a los vampiros se fueron sintiendo más cómodos.
"¡Miren, son unos vampiros geniales!" - gritó un niño.
"¡No nos asustan!" - dijo otra niña mientras jugaba con Pepe.
Amelia se dio cuenta de que los vampiros no eran lo que pensaba. Eran amistosos y divertidos, igual que cualquier otra familia. Al final de la noche, todos compartían risas, y la música llenaba el ambiente.
Amelia se sintió feliz. Esa mudanza que tanto le asustaba al principio, había resultado ser lo mejor que le podía haber pasado.
"¡Gracias por todo, chicos!" - dijo mientras se despedia de sus nuevos amigos.
Pepe le respondió: "Eres la mejor amiga que un vampiro podría tener. Prometemos escribirnos siempre".
El próximo día, cuando Amelia volvió a su casa, los vampiros estaban ahí, esperando una razón más para compartir nuevas aventuras. Y así fue como Amelia descubrió que a veces, las cosas más extrañas pueden convertirse en las más hermosas. La vida está llena de sorpresas si uno tiene el valor de abrir la puerta y dar el primer paso.
FIN.