Amelie y el refugio mágico para insectos



Doss, el cerambícido, era un insecto muy peculiar. Tenía un cuerpo largo y delgado, con antenas largas y curvadas hacia atrás. Sus patas eran fuertes y le permitían trepar por los troncos de los árboles sin dificultad.

Amelie se acercó a Doss con cuidado para no asustarlo. -Hola Doss, ¿qué haces por aquí? - preguntó con curiosidad. Doss levantó la cabeza y miró a Amelie con sus ojos brillantes.

- Hola Amelie, estoy buscando comida para mi familia. Somos muchos en el reino de los cerambícidos y necesitamos alimentarnos bien para crecer fuertes. Amelie sonrió y se agachó para observar más de cerca a Doss.

- ¿Qué tipo de comida buscas? Doss explicó que él y su familia se alimentaban principalmente de madera muerta. Les encantaba roerla y construir sus nidos en ella. Pero últimamente habían tenido problemas para encontrar suficiente alimento debido a la sequía que había afectado al jardín.

Amelie sintió pena por Doss y su familia. Decidió ayudarlos en lo que pudiera. - No te preocupes, Doss. Voy a buscar algo de madera muerta para ti y tu familia.

Amelie corrió hacia el cobertizo del jardín donde guardaban las herramientas. Buscó entre las pilas de leña hasta encontrar algunos trozos viejos que ya no servían como combustible pero podrían ser perfectos como alimento para los cerambícidos.

Llevando los trozos de madera en sus brazos, Amelie regresó al lugar donde se encontraba Doss. -Aquí tienes, Doss. Espero que esto les ayude. Doss y su familia se acercaron alegremente a la madera y comenzaron a roerla con entusiasmo. Amelie sonrió al verlos tan felices.

- Me alegra poder ayudar, Doss. A partir de ese día, Amelie visitaba regularmente el reino de los insectos para asegurarse de que Doss y su familia tuvieran suficiente comida.

También aprendió mucho sobre otros insectos como las abejas trabajadoras, las mariquitas juguetonas y las hormigas organizadas. Un día, mientras observaba a un grupo de mariposas coloridas volando en el jardín, Amelie tuvo una idea brillante.

- ¿Qué tal si construimos un refugio especial para los insectos? Un lugar donde puedan encontrar comida y protección siempre. Amelie compartió su idea con sus padres y juntos comenzaron a construir el refugio. Utilizaron troncos viejos, piedras y plantas para crear un espacio acogedor donde los insectos pudieran vivir cómodamente.

El refugio se convirtió en un éxito instantáneo. Los insectos del jardín lo adoptaron rápidamente como su hogar.

Había flores plantadas especialmente para las abejas y mariposas, hojas frescas para las orugas hambrientas e incluso pequeñas piscinas para que los escarabajos acuáticos disfrutaran del agua. El reino de los insectos prosperó gracias al esfuerzo conjunto de Amelie y su familia. El jardín se llenó de vida y color, y los insectos vivieron felices en su nuevo hogar.

Amelie aprendió una valiosa lección sobre la importancia de cuidar a todos los seres vivos, por más pequeños que sean.

Comprendió que cada criatura tiene un papel importante en el equilibrio de la naturaleza y que todos merecen ser tratados con respeto y amor. Y así, en el tranquilo jardín de Amelie, donde el sol bailaba con las flores y las risas se mezclaban con el aire, reinaba la armonía entre los insectos y los humanos.

Un lugar donde todos podían vivir en paz y compartir la belleza del mundo natural.

FIN.

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