Amigas de sueños


Rosmey y Bety eran dos amigas muy diferentes. Rosmey era una niña aventurera, siempre buscando nuevas emociones y retos, mientras que Bety era más tranquila y disfrutaba de la calma y la rutina.

A pesar de sus diferencias, las dos se llevaban muy bien y pasaban mucho tiempo juntas. Un día, mientras jugaban en el parque, Rosmey tuvo una idea emocionante. "Bety, ¿qué te parece si construimos un gran castillo de arena?"- propuso Rosmey con entusiasmo.

Bety dudó por un momento. No estaba acostumbrada a salirse de su zona de confort, pero decidió darle una oportunidad a la idea de su amiga. "Está bien, ¡vamos a hacerlo!"- aceptó con una sonrisa.

Las niñas buscaron palas y baldes en el parque y comenzaron a construir el castillo. Rosmey iba saltando de un lado al otro del castillo mientras Bety trabajaba con paciencia en cada detalle.

Pero justo cuando estaban terminando su obra maestra, una ráfaga fuerte de viento sopló sobre el parque y arruinó todo su esfuerzo. Las niñas se quedaron mirando tristemente cómo el castillo se desmoronaba. "Oh no... todo nuestro trabajo...

"- dijo Rosmey con los ojos llenos de lágrimas. Bety le puso una mano en el hombro a su amiga para consolarla. "No te preocupes, Rosmey. Podemos intentarlo nuevamente"- le dijo con ternura. Y así, las dos amigas comenzaron de nuevo.

Esta vez, trabajaron juntas con más cuidado y dedicación. Rosmey aprendió a ser más paciente y Bety se animó a tomar riesgos. El castillo fue tomando forma poco a poco, hasta convertirse en el más hermoso que habían construido jamás.

Estaban tan emocionadas con su logro que decidieron invitar a otros niños del parque para que lo vieran. Los niños quedaron maravillados con el castillo y empezaron a unirse para ayudar a Rosmey y Bety.

Juntos, construyeron una fortaleza aún más grande e impresionante. A medida que trabajaban en equipo, los niños se daban cuenta de la importancia de la perseverancia y el apoyo mutuo. Aprendieron que todos eran diferentes pero podían complementarse unos a otros.

Al finalizar el día, los niños estaban agotados pero felices por lo que habían logrado. Se despidieron prometiendo volver al día siguiente para seguir construyendo junto a Rosmey y Bety. Rosmey y Bety entendieron que trabajar juntas había hecho posible algo grandioso.

Habían superado obstáculos, confiado en sí mismas y demostrado que no importaba qué tan diferentes fueran, podían lograr cualquier cosa si se apoyaban mutuamente. Desde ese día, Rosmey y Bety siguieron siendo inseparables.

Juntas vivieron muchas aventuras emocionantes mientras continuaban aprendiendo lecciones importantes sobre trabajo en equipo, perseverancia y amistad verdadera. Y así es como dos niñas descubrieron la magia de construir sueños juntas: una lección inspiradora para todos los pequeños aventureros y soñadores.

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