Amigas para Siempre


Había una vez en un barrio muy alegre y colorido dos amigas inseparables llamadas Sofía y Marta. Siempre estaban juntas, compartían sus meriendas, jugaban en el parque y se contaban secretos al oído.

Un día, Marta conoció a una chica nueva en la escuela llamada Lucía. A Marta le gustó mucho Lucía y comenzaron a pasar mucho tiempo juntas. Poco a poco, Marta fue dejando de lado a Sofía sin darse cuenta.

Sofía notaba que su amiga ya no la invitaba a jugar ni le prestaba atención como antes. Se sentía triste y desamparada.

Un día, mientras caminaba sola por el parque con lágrimas en los ojos, vio a otra niña llamada Valeria que estaba sentada bajo un árbol leyendo un libro. Valeria levantó la mirada y al ver a Sofía llorando se acercó rápidamente para consolarla. "-¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan triste?", preguntó Valeria con ternura.

Sofía le contó lo que había pasado con Marta y cómo se había sentido abandonada. Valeria escuchó atentamente y luego le ofreció ser su amiga. Desde ese momento, Sofía y Valeria se volvieron inseparables.

Jugaban juntas, se reían mucho y compartían momentos felices. Marta, por otro lado, empezó a notar que algo le faltaba en su vida ahora que no tenía a Sofía cerca.

Se dio cuenta de lo importante que era su amistad y cómo había descuidado a su verdadera amiga por querer impresionar a alguien nuevo. Un día, Marta decidió hablar con Lucía para contarle lo mal que se sentía por haber dejado de lado a Sofía.

Lucía entendió la situación y animó a Marta a disculparse con su antigua amiga. Así fue como un día soleado en el parque, Marta se acercó tímidamente hacia donde estaban Sofía y Valeria jugando felices. "-Sofía, lamento mucho haberte ignorado estos últimos días.

Me di cuenta de lo importante que eres para mí", dijo Marta con sinceridad. Sofia la miró sorprendida pero luego sonrió al ver la honestidad en los ojos de su amiga. "-Está bien, todos cometemos errores. Te perdono", respondió Sofia tendiéndole la mano.

Desde ese día las tres niñas se convirtieron en grandes amigas y aprendieron juntas el valor de la verdadera amistad: estar ahí el uno para el otro incondicionalmente, apoyarse mutuamente en los momentos buenos y malos, y nunca dejar que nada ni nadie rompa los lazos especiales que las unen.

Y así, entre risas compartidas y aventuras emocionantes, Sofía, Marta y Valeria vivieron felices para siempre sabiendo que tenían amigos verdaderos en quienes confiar siempre.

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