Amigas sin barreras



y comparten historias y risas. Su amistad es tan fuerte que parecen hermanas. Un día, mientras mi abuela caminaba hacia la casa de su amiga, notó algo extraño en el camino.

Había un cartel colgado en un árbol que decía: "¡Se busca! Perro perdido". Mi abuela no pudo evitar sentir pena por el dueño del perro y decidió ayudar. Al llegar a la casa de su amiga, le contó lo que había visto.

La amiga asintió con tristeza y dijo: "Qué lástima, ojalá pudiera ayudar". Pero mi abuela tenía una idea brillante. "¡Podemos buscar al perro juntas!", exclamó emocionada. Su amiga dudó al principio, preocupada por su andador de ruedas.

Pero mi abuela la animó diciendo: "No te preocupes, podemos hacerlo a nuestro propio ritmo". Ambas se pusieron manos a la obra para encontrar pistas sobre el paradero del perro perdido.

Recorrieron las calles del barrio y preguntaron a los vecinos si habían visto algo. Algunos les dijeron que habían visto al perro merodeando cerca de un parque cercano. Sin perder tiempo, las dos amigas se dirigieron al parque con esperanza en sus corazones.

Allí encontraron a un grupo de niños jugando y decidieron preguntarles si habían visto al perrito perdido. Uno de los niños señaló hacia unos arbustos y dijo: "Creo que vi algo moverse allí".

Mi abuela y su amiga fueron cautelosamente hacia los arbustos y, para su alegría, encontraron al pequeño perro escondido. "¡Lo encontramos!", exclamaron emocionadas. El perro saltó de alegría y les lamió la cara como agradecimiento.

Las dos amigas se abrazaron con lágrimas en los ojos, sintiéndose orgullosas de haber ayudado. Decidieron llevar al perro de vuelta a casa y buscaron en el collar una dirección o un número de teléfono para contactar al dueño. Afortunadamente, encontraron un número y llamaron inmediatamente.

El dueño estaba tan feliz y agradecido que no podía creerlo. "Gracias por encontrar a mi querido amigo animal", dijo con emoción. Mi abuela sonrió y respondió: "No hay problema, fue un placer ayudar".

Después de devolver al perro perdido a su hogar, mi abuela y su amiga regresaron a sus rutinas diarias. Pero algo había cambiado en ellas. Ahora sabían que juntas podían superar cualquier obstáculo y seguir haciendo cosas increíbles.

Desde ese día, mi abuela y su amiga se convirtieron en las heroínas del barrio. Ayudaban a encontrar objetos perdidos, cuidaban las plantas de los vecinos durante las vacaciones e incluso organizaban eventos comunitarios para recaudar fondos.

Su amistad inspiraba a todos en el vecindario a ser más comprensivos y solidarios entre sí. Y aunque eran dos mujeres mayores con andadores de ruedas, demostraban que la edad no era un impedimento para hacer el bien ni disfrutar la vida al máximo.

Y así termina esta historia, recordándonos que la amistad verdadera y el espíritu solidario pueden superar cualquier obstáculo. No importa la edad ni las limitaciones físicas, lo importante es tener un corazón valiente y dispuesto a ayudar a los demás.

FIN.

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