Amigas sin miedo
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Alegre, una niña llamada Paola.
Paola era conocida por ser muy aventurera y cariñosa con todos, pero tenía un gran temor que la ponía nerviosa cada vez que se encontraba con él: ¡las ratas! Desde que era muy pequeña, Paola había tenido un incidente desagradable con una rata traviesa que se coló en su habitación.
Desde entonces, el simple pensamiento de encontrarse cara a cara con una rata le hacía temblar las piernas y sentir un nudo en el estómago. Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, vio algo moverse entre las flores.
Al acercarse lentamente, descubrió que se trataba de una ratita blanca y peluda. Paola dio un paso atrás instintivamente y sintió cómo el miedo comenzaba a apoderarse de ella. "¡Oh no! Una rata", exclamó Paola con voz temblorosa.
La ratita la miró con curiosidad y notó el miedo en los ojos de la niña. Con valentía, la ratita se acercó lentamente a Paola y le dijo:"Hola, soy Rosita. Sé que tienes miedo de mí, pero te prometo que no soy como las demás ratas.
Soy amigable y solo quiero jugar contigo. "Paola estaba sorprendida por las palabras de la ratita Rosita. Nunca antes había imaginado que una rata pudiera hablar y mucho menos ser amigable. "¿De verdad eres amigable?", preguntó Paola con cautela.
Rosita asintió con entusiasmo y le propuso a Paola jugar juntas al escondite en el jardín. A pesar de su miedo inicial, Paola decidió darle una oportunidad a Rosita.
Durante horas jugaron juntas sin parar, riendo y divirtiéndose como nunca antes lo habían hecho. Paola descubrió que Rosita era realmente especial: inteligente, divertida y muy cariñosa. Con el paso del tiempo, la amistad entre Paola y Rosita creció cada día más fuerte.
La niña ya no sentía miedo cuando veía a su amiga ratita correteando por ahí; al contrario, se sentía feliz y emocionada de tenerla a su lado. Un día, mientras exploraban juntas un viejo árbol del bosque cercano, escucharon unos chillidos provenientes del interior del tronco hueco.
Sin dudarlo un segundo, Rosita entró valientemente para investigar qué pasaba. "¡Espera aquí! , voy a ver si puedo ayudar", dijo determinada Rosita antes de desaparecer dentro del árbol.
Minutos después salió arrastrando cuidadosamente a tres pequeñas crías de rata que habían quedado atrapadas dentro del árbol caído. Las crías lloraban desconsoladas hasta que vieron a su madre regresar sana y salva gracias a la valentía de Rosita.
Paola observaba admirada todo lo ocurrido ante sus ojos e inmediatamente supo lo importante que era superar sus miedos para poder ayudar a otros seres vivos como lo hizo su amiga roedora.
Desde ese día en adelante, Paola ya no le tuvo más miedo a las ratas gracias al valor demostrado por Rosita aquella tarde memorable en el bosque. Juntas siguieron viviendo aventuras increíbles e inspiradoras para todos los habitantes de Villa Alegre.
FIN.