Amigos a Pesar de Todo
Había una vez un lugar en el universo donde la luna y el sol vivían juntos. A primera vista, parecían una pareja perfecta, pero no podían ser más diferentes entre sí. Mientras el sol era extrovertido, cariñoso y generoso, la luna era fría, indiferente y egoísta.
Un hermoso día, el sol decía:
"¡Hola, Luna! ¿Ves cómo los pájaros cantan al amanecer? Hoy es un día perfecto para jugar juntos. ¡Vamos a iluminar el mundo!"
La luna, al escuchar esto, frunció el ceño.
"No tengo tiempo para jugar, Sol. Hay cosas más importantes que eso. La gente necesita mi calma y oscuridad para descansar. Yo no puedo ser como vos y brillar sin parar."
El sol se sintió triste, pero decidió no rendirse.
"Entiendo, Luna, pero creo que podríamos hacer algo juntos. Si vos nos das tu luz plateada durante la noche, y yo les doy alegría durante el día, ¡seríamos un gran equipo!"
La luna, con su actitud desapercibida, contestó:
"Sí, claro, como si eso fuera importante para mí. Pero hacé lo que quieras. Yo voy a seguir iluminando a los que realmente lo necesitan."
Mientras pasaban los días, el sol continuó intentando animar a la luna.
Un día, el sol decidió organizar una fiesta en el cielo. Invitó a todas las estrellas y a los planetas cercanos.
"¡Luna! Vení a la fiesta, va a ser muy divertido, y podrías conocer a nuevos amigos. ¡A ellos les encantaría ver tu luz plateada!"
La luna respondió escéptica:
"¿Los planetas? -dijo con sarcasmo- No creo que eso me importen. Solo se preocupan por sus órbitas y no les interesa mucho la creatividad. Además, la fiesta es un gasto innecesario de energía. Yo prefiero quedarme aquí sola."
A pesar de esto, el sol decidió seguir adelante con la fiesta. El día llegó, la música sonaba, y la alegría llenaba el cielo.
Cuando la luna vio desde su rincón oscuro lo bien que la pasaban los demás, un pequeño destello de curiosidad comenzó a brillar en su interior.
"Bueno, tal vez un vistazo no haría mal..." pensó. Decidió acercarse sigilosamente.
Al llegar, se quedó maravillada al ver a las estrellas bailando y riendo.
"¿Por qué el Sol no me lo había contado?" Murmuró para sí misma.
En ese instante, el sol la vio.
"¡Luna! ¡Qué bueno que llegaste! Vení, vení, te voy a presentar a mis amigos. Te van a adorar."
Sorprendida, la luna se sintió agradecida, pero no sabía cómo expresar eso. En lugar de sonreír, se cruzó de brazos.
"Bueno, ya que estoy aquí, no tengo otra opción. Pero no esperes mucho de mí."
Esa noche, el sol pidió que la luna brillara con toda su fuerza en honor a la fiesta.
Y así lo hizo, comenzó a desplegar su luz plateada, iluminando todo a su alrededor. Las estrellas la rodearon, asombradas por su belleza y la energía que emanaba.
"¡Guau, Luna! No sabía que tenías algo tan brillante en vos. ¡Sos increíble!" dijo una estrella.
"¡Sí, compartí mucho más de lo que pensaba que podía!"
La luna, al escuchar esas palabras, sintió por primera vez que había algo especial en ella. Durante la fiesta, comenzó a reír y a disfrutar del abrazo celestial que el sol había organizado.
Cuando la noche terminó, la luna se acercó al sol y le dijo:
"Gracias, Sol. Disculpá que haya sido tan fría. Me di cuenta de que divertirme no significa perder mi esencia, sino enriquecerla."
El sol sonrió, feliz de que la luna finalmente pudiera ver lo positivo de compartir su luz.
"Siempre seré tu amigo, Luna. Juntos somos más fuertes. Gracias por ser parte de este universo. Sin vos, mi luz no sería la misma."
Desde ese día, la luna y el sol comenzaron a trabajar juntos, iluminando el universo en perfecta armonía. Aprendieron que sus diferencias les hacían únicos y que ser diferentes no debería separarlos, sino unirlos.
Y así, a pesar de sus diferencias, el sol y la luna vivieron en el cielo, brillando juntos y enseñando a todos que la amistad verdadera siempre encuentra el camino.
Fin
FIN.