Amigos de colores


Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoiris, vivía un niño llamado Lucas. Lucas era muy especial, le encantaba observar las estrellas y los colores del arcoíris.

Tenía una forma diferente de ver el mundo, pero eso no lo detenía para ser feliz. Un día, en la escuela de Arcoiris llegó un nuevo compañero llamado Tomás. Tomás era un niño con autismo, a veces se sentía abrumado por los ruidos y las luces intensas.

Los otros niños no entendían por qué Tomás actuaba de manera diferente, y a menudo lo ignoraban o se burlaban de él.

Lucas notó que Tomás estaba solo en el recreo, así que decidió acercarse y hablarle:"Hola, ¿cómo te llamas? Yo soy Lucas", dijo amablemente. Tomás levantó la mirada sorprendido, nadie solía dirigirle la palabra. Poco a poco comenzaron a charlar y descubrieron que tenían muchas cosas en común.

A ambos les gustaba contar historias fantásticas y dibujar mundos imaginarios. "¿Por qué a veces te tapas los oídos cuando hay mucho ruido?", preguntó Lucas con curiosidad.

Tomás explicó que los sonidos fuertes le molestaban mucho y prefería estar en lugares tranquilos como la biblioteca o el jardín secreto detrás del colegio. Lucas asintió comprendiendo mejor a su nuevo amigo. Decidió invitarlo a su casa para mostrarle su telescopio y observar juntos las estrellas por la noche. Tomás aceptó emocionado.

Esa noche, mientras miraban el cielo estrellado desde el patio de Lucas, Tomás comenzó a relajarse y compartió con él detalles increíbles sobre las constelaciones y sus mitologías asociadas.

"¡Nunca había visto las estrellas de esta manera! Gracias por mostrármelas", expresó Tomás con una sonrisa radiante. A partir de ese momento, Lucas y Tomás se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos aprendieron a valorar sus diferencias y a apoyarse mutuamente en todo momento.

Un día, durante una excursión al bosque encantado cercano al pueblo, se encontraron con un hada mágica que les concedió un deseo especial: poder ver el mundo desde los ojos del otro para comprender mejor sus perspectivas únicas.

De repente, Lucas experimentó cómo era percibir el mundo con sensibilidad extrema ante los estímulos externos como lo hacía Tomás; mientras que Tomás pudo sentir la alegría y la creatividad desbordante de Lucas ante cada nueva aventura.

Al regresar al pueblo al atardecer, ambos niños se abrazaron emocionados por esta experiencia tan reveladora. Habían aprendido que todos somos diferentes pero igualmente valiosos, cada uno con su propia luz especial para compartir con el mundo.

Desde entonces, Lucas se convirtió en un defensor incansable de la inclusión y la diversidad en Arcoiris; inspirando a todos a abrir sus corazones hacia aquellos que ven el mundo desde otra perspectiva única como su querido amigo Tomás.

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