Amigos de la Naturaleza
En lo profundo del bosque vivía un árbol majestuoso llamado Roble, cuyas ramas se extendían hacia el cielo como brazos protectores. A su sombra, jugaban los animales del bosque y las aves cantaban melodías alegres.
Un día, un zorro astuto y travieso llamado Zafiro se acercó al Roble. "Hola, querido árbol. He oído que guardas un gran tesoro en tus raíces. ¿Es cierto?" preguntó Zafiro con una sonrisa pícara.
El Roble susurró con voz sabia: "Sí, es verdad que guardo un tesoro valioso en mis raíces. Pero solo aquellos con nobleza en el corazón pueden acceder a él". Zafiro, intrigado por la respuesta del árbol, decidió quedarse cerca y observar atentamente.
Pasaron los días y Zafiro intentaba todo tipo de artimañas para descubrir el tesoro escondido, pero nada parecía funcionar.
Una noche oscura y estrellada, mientras el viento soplaba suavemente entre las ramas del Roble, Zafiro escuchó un murmullo proveniente de las raíces del árbol. Se acercó sigilosamente y vio una luz brillante emanando desde el suelo.
Con asombro, descubrió que el verdadero tesoro no era oro ni joyas, sino semillas mágicas que podían hacer crecer nuevos bosques y alimentar a miles de criaturas indefensas. "¡Qué maravilla! ¡Esto sí que es un tesoro invaluable!" exclamó Zafiro con humildad. El Roble sonrió con satisfacción: "Ahora has demostrado tu nobleza interior al valorar la verdadera riqueza de la naturaleza.
Estas semillas te pertenecen para cuidarlas y asegurarte de que florezcan en lugares donde la vida lo necesite". Zafiro aceptó las semillas con gratitud en su corazón y se comprometió a protegerlas con su vida.
Desde ese día en adelante, trabajaron juntos para plantar nuevos bosques y garantizar un futuro próspero para todas las criaturas del bosque.
Así fue como el árbol y el zorro se convirtieron en guardianes de la naturaleza, enseñando a todos que la verdadera riqueza reside en cuidar y respetar nuestro entorno natural. Y aunque muchos desconocían esta hermosa historia detrás de los nuevos bosques florecientes, el legado del Roble y Zafiro perduraba en cada hoja verde que danzaba al viento.
FIN.