Amigos de la Naturaleza



Había una vez un niño llamado Leiva, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos paisajes naturales.

Desde muy pequeño, Leiva había descubierto que su mejor medicina para calmar su ansiedad era ir al bosque y respirar aire puro. Leiva amaba la tranquilidad del campo y disfrutaba observar a los animales que habitaban allí. Pasaba horas jugando con las mariposas, escuchando el canto de los pájaros y explorando cada rincón del bosque.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Leiva encontró un animalito herido. Era un conejito con una patita lastimada. Leiva se acercó con cuidado y lo tomó entre sus manos. "Tranquilo, pequeño conejito", le dijo Leiva con ternura. "Voy a ayudarte".

Leiva llevó al conejito a su casa y lo cuidó durante días hasta que sanara por completo. Durante ese tiempo, Leiva aprendió mucho sobre cómo cuidar a los animales y cómo tratar las heridas.

Después de que el conejito se recuperara, decidió devolverlo al bosque donde pertenecía. Pero antes de hacerlo, invitó a sus amigos del pueblo para enseñarles todo lo que había aprendido sobre la importancia de proteger la naturaleza y respetar a los animales.

Los amigos de Leiva estaban encantados con la idea e hicieron carteles para difundir la actividad por todo el pueblo. Pronto, muchas personas se sumaron al plan de liberación del conejito y decidieron llevar también comida para otros animales salvajes.

El día de la liberación llegó y todos se reunieron en el bosque. Leiva tomó al conejito entre sus brazos y, con mucho amor, lo dejó correr libremente por su hogar natural.

Los demás animales aprovecharon la comida que habían llevado las personas y celebraron junto a ellos. La experiencia fue tan hermosa y emocionante que Leiva decidió crear un grupo llamado "Amigos de la Naturaleza".

Juntos, realizaron actividades para cuidar el medio ambiente, como limpiar los ríos, plantar árboles y construir casitas para los animales. Con el tiempo, Leiva descubrió que cada vez que ayudaba a proteger la naturaleza y a los animales, su ansiedad disminuía aún más.

El bosque se convirtió en su refugio especial donde encontraba paz y tranquilidad. Leiva también aprendió a compartir sus experiencias con otros niños que tenían ansiedad.

Les contaba cómo ir al bosque le había ayudado a superar sus miedos y cómo cuidar de los animales le hacía sentirse feliz. Así, gracias a su amor por el campo y los animales, Leiva logró convertir su ansiedad en algo positivo. Aprendió a valorar la belleza de la naturaleza y entendió que cuidarla era fundamental para mantener nuestra propia felicidad.

Y así es como Leiva siguió viviendo aventuras maravillosas en compañía de sus amigos del "Amigos de la Naturaleza", siempre recordando que el poder sanador del bosque estaba ahí para él cuando lo necesitara.

FIN.

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