Amigos de todos tamaños y formas



Había una vez un perro salchicha llamado Pancho que vivía felizmente con su dueño, Juan. Un día soleado, Juan decidió llevar a Pancho al parque de perros para que pudiera jugar y socializar con otros caninos.

Al llegar al parque, Pancho se emocionó muchísimo al ver a todos los demás perros corriendo y jugando en la hierba verde. No podía esperar para unirse a ellos.

Se soltó de la correa y se dirigió directamente hacia sus nuevos amigos animals. "¡Hola! Soy Pancho, ¿puedo jugar con ustedes?"- ladró entusiasmado. Los demás perros lo miraron sorprendidos debido a su tamaño pequeño, pero después de unos segundos decidieron darle una oportunidad.

"¡Claro que sí! Todos son bienvenidos aquí", respondió Maxi, el perro más grande del grupo. Pancho estaba tan emocionado que comenzó a corretear por todas partes junto a sus nuevos amigos. Jugaban al escondite, perseguían pelotas y hasta hacían carreras juntos.

Pancho se sentía parte de algo especial y eso le llenaba el corazón de alegría. Pasaron las horas sin darse cuenta cuando algo inesperado sucedió.

De repente, apareció un gato travieso llamado Luna en medio del parque y comenzó a maullar muy fuerte asustando a todos los perros presentes. "¡Oh no! ¡Un gato!"- exclamaron los perros asustados. Todos empezaron a correr detrás del gato mientras ladraban intentando ahuyentarlo del parque. Pero Pancho decidió hacer algo diferente.

En lugar de perseguir al gato, se acercó a él y le preguntó:"¿Por qué nos asustas así? Todos merecemos respeto y diversión en este parque". El gato Luna quedó sorprendido ante la valentía y sabiduría del pequeño perro salchicha.

"Nunca había conocido un perro tan inteligente como tú, Pancho. Me disculpo por haberlos asustado, solo quería sentirme parte de algo también", respondió el gato con voz suave. Pancho entendió que incluso los animales más diferentes podían encontrar una forma de convivir en armonía.

Él decidió invitar a Luna a jugar con ellos en el parque y todos aceptaron encantados. Así, Pancho demostró que no importa cuán pequeños o diferentes seamos, siempre podemos encontrar una manera de llevarnos bien y disfrutar juntos.

Desde ese día, Pancho, Luna y todos los demás perros del parque se convirtieron en grandes amigos inseparables. La moraleja de esta historia es que nunca debemos juzgar a alguien por su apariencia o tamaño.

Todos merecemos amor, amistad y diversión sin importar nuestras diferencias. Y así fue como Pancho enseñó al mundo que la verdadera amistad va más allá de las apariencias y nos une sin importar quiénes somos o cómo somos físicamente.

Y colorín colorado, esta historia llena de valores ha terminado.

FIN.

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