Amigos del Bosque



Había una vez un niño llamado Facundo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de un hermoso bosque. Facundo tenía una mascota muy especial, una lagartija llamada Delfina.

Juntos, disfrutaban de explorar el bosque y descubrir cosas nuevas cada día. Un soleado sábado por la mañana, Facundo y Delfina se adentraron en el bosque con ganas de aventura. Mientras jugaban entre los árboles, escucharon un ruido extraño proveniente de algún lugar cercano.

- ¿Qué crees que sea ese ruido, Delfina? - preguntó Facundo curioso. Delfina movió su pequeña cabeza y respondió: - No estoy segura, pero me encantaría averiguarlo. Vamos a investigar juntos.

Siguiendo el sonido intrigante, llegaron a un claro del bosque donde encontraron a un león majestuoso descansando bajo la sombra de un gran árbol. El león se llamaba Teo y parecía amistoso.

- ¡Hola! Soy Facundo y ella es mi amiga Delfina - saludó el niño con entusiasmo mientras extendía su mano para saludar al león. Teo levantó la cabeza sorprendido pero feliz por conocer nuevos amigos. Respondió con voz grave: - Mucho gusto chicos, soy Teo.

¿Qué les trae por aquí? Facundo explicó emocionado: - Estábamos explorando el bosque cuando escuchamos tu rugido. Nos dio mucha curiosidad saber quién eras y qué estabas haciendo aquí. Teo sonrió gentilmente y les contó que vivía en el bosque desde hacía muchos años.

Les habló sobre su vida como rey de la selva y cómo disfrutaba de la tranquilidad del lugar. - Pero a veces, también me siento solo - confesó Teo con tristeza. Facundo y Delfina se miraron y decidieron hacer algo para ayudar a su nuevo amigo.

Invitaron a Teo a su cabaña para compartir un delicioso asadito que Facundo sabía preparar muy bien. Mientras comían, los tres amigos charlaban animadamente y se dieron cuenta de cuántas cosas tenían en común.

Descubrieron que les gustaba explorar, aprender nuevas cosas y pasar tiempo juntos. Después de una tarde llena de risas y alegría, llegó la hora de dormir. Facundo ofreció a Teo quedarse en su cabaña para pasar la noche.

- ¿Estás seguro? Soy un león grande y podría ocupar mucho espacio - dijo Teo preocupado por molestarlos. Facundo sonrió amablemente: - No te preocupes, tenemos suficiente espacio para todos. Además, nos encanta tener compañía. Esa noche durmieron plácidamente bajo el cielo estrellado del bosque.

Los sueños felices llenaban sus corazones mientras compartían historias antes de dormir. A la mañana siguiente, cuando salieron de la cabaña, Teo les esperaba afuera con una expresión triste en su rostro.

- Chicos, ha sido maravilloso conocerlos y compartir estos momentos increíbles juntos. Pero es hora de que regrese a mi hogar en la selva - anunció el león con voz apagada.

Facundo y Delfina se sintieron tristes, pero entendieron que Teo extrañaba su vida en la selva. Se despidieron con abrazos cálidos y prometieron mantenerse en contacto. - ¡Chau amigos! - dijo Teo mientras se alejaba lentamente hacia el bosque.

Facundo y Delfina volvieron a su rutina diaria, pero los recuerdos de su aventura con Teo siempre estarían grabados en sus corazones. Aprendieron que la amistad no tiene barreras y que las diferencias pueden unirnos aún más. Desde aquel día, Facundo, Delfina y Teo siguieron siendo amigos a través de cartas y fotos.

Y aunque vivieran lejos uno del otro, sabían que siempre tendrían un lugar especial en sus corazones.

Y así, cada vez que Facundo miraba al cielo estrellado del bosque, recordaba a su amigo león Teo y sonreía sabiendo que la amistad verdadera puede llegar incluso desde los lugares más inesperados.

FIN.

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