Amigos del Silencio
En un pequeño pueblo llamado Villa Silenciosa, ubicado en las afueras de la ciudad, vivía un grupo de niños muy curiosos y traviesos.
Ellos jugaban todo el día al aire libre, pero a veces sus juegos se volvían muy ruidosos, lo que causaba molestias a algunos habitantes del lugar. Una noche estrellada, mientras los niños dormían plácidamente en sus camas, una nave espacial silenciosa aterrizó en el parque del pueblo.
De ella descendieron unas criaturas extraterrestres muy peculiares: tenían grandes ojos brillantes, cuerpos diminutos y alas transparentes que les permitían volar sin hacer ningún sonido. Eran seres silenciosos que provenían de una galaxia lejana donde el ruido no existía.
Al despertarse por la mañana, los niños se sorprendieron al ver a estas criaturas paseando por las calles de Villa Silenciosa. Al acercarse a ellas, descubrieron que no podían hablar como los humanos, pero se comunicaban a través de gestos amigables y radiantes sonrisas.
"¡Hola! Soy Luna", dijo una de las criaturas extendiendo su mano hacia los niños. "¡Yo soy Tomás! ¿De dónde vienen ustedes?", preguntó emocionado uno de los pequeños. Las criaturas señalaron hacia arriba, indicando el cielo estrellado desde donde habían llegado.
Los niños quedaron maravillados al enterarse de que no estaban solos en el universo y comenzaron a hacerles preguntas sobre su planeta y sus costumbres. Con el paso de los días, las criaturas se convirtieron en grandes amigos de los niños.
Juntos compartieron momentos mágicos explorando el bosque cercano y enseñándoles cómo cuidar la naturaleza y respetar a todos los seres vivos que habitaban en ella. Sin embargo, un día oscuro y tormentoso llegó a Villa Silenciosa.
Un grupo de adultos preocupados por la presencia de las criaturas decidió expulsarlas del pueblo debido a su aspecto extraño y diferente. Los niños intentaron detenerlos con todas sus fuerzas, pero parecía que nada podía evitarlo.
Cuando todo parecía perdido, las criaturas silenciosas levantaron sus alas e hicieron brillar una luz tan intensa que iluminó todo el pueblo. En ese momento mágico, cada persona pudo sentir la paz y la armonía que transmitían esas adorables criaturas.
"¡Por favor!", exclamó Luna con tristeza en sus ojos brillantes. "No queremos causar problemas ni molestar a nadie. Solo deseamos compartir nuestra amistad con ustedes".
Los adultos se miraron entre sí avergonzados por su comportamiento egoísta y comprendieron que debían aceptar a aquellos seres especiales tal como eran.
Desde ese día en adelante, Villa Silenciosa se convirtió en un lugar donde humanos y seres extraterrestres convivían en perfecta armonía, Los niños aprendieron una valiosa lección: la importancia de respetar las diferencias y valorar la diversidad como algo único que nos enriquece como sociedad.
Y así fue como esos pequeños habitantes del pueblo descubrieron que incluso aquello desconocido puede traer consigo grandes tesoros si estamos dispuestos a abrir nuestros corazones para recibirlos.
FIN.