Amigos diversos en el parque
Había una vez un niño llamado Mateo, a quien le encantaba explorar y descubrir cosas nuevas.
Un día, mientras jugaba en el parque con su amigo Lucas, vio a una niña en silla de ruedas que estaba dibujando con mucha concentración. - ¡Mira Lucas, esa niña tiene una silla especial! - exclamó Mateo señalando hacia ella. Lucas miró curioso y luego dijo: "Sí, es verdad. ¿Querés acercarte y jugar con ella?"Mateo asintió emocionado y se acercaron lentamente.
La niña los miró con una sonrisa amable y les dijo:- Hola, soy Sofía. ¿Quieren dibujar conmigo? - ¡Hola Sofía! Soy Mateo y él es Lucas. Claro que queremos dibujar contigo - respondió Mateo entusiasmado.
Los tres niños comenzaron a dibujar juntos en el suelo del parque, intercambiando colores y risas. Mateo notó que Sofía usaba sus manos de manera diferente para sostener la crayola, pero eso no le impidió disfrutar del momento.
Después de un rato, llegó Martina, una niña muy alta para su edad que se acercó tambaleándose un poco por su torpeza natural. - ¡Hola chicos! ¿Puedo unirme a ustedes? - preguntó Martina con una sonrisa radiante.
- ¡Claro Martina! Nos encantaría tener otra amiga para jugar - respondió Lucas amablemente. Los cuatro niños continuaron jugando juntos sin importar las diferencias físicas entre ellos.
Descubrieron que cada uno tenía habilidades únicas y formas distintas de moverse o interactuar con el mundo que los rodeaba. De repente, escucharon música cerca y vieron a Tomás bailando al ritmo de la melodía con mucha gracia y soltura. - ¡Wow! Ese chico baila increíblemente bien - exclamó Mateo impresionado.
Tomás se acercó al grupo respirando agitado por la emoción del baile y les dijo:- Hola chicos, me llamo Tomás. ¿Les gustaría aprender algunos pasos de baile? Los demás asintieron emocionados e inmediatamente empezaron a seguir los pasos que Tomás les enseñaba.
A pesar de tener diferentes destrezas físicas, todos lograron divertirse bailando juntos al ritmo de la música. Al caer la tarde, los padres de los niños vinieron a buscarlos al parque.
Mateo se despidió de sus nuevos amigos sintiéndose feliz por haber conocido personas tan especiales ese día. En casa, durante la cena, Mateo le contó a su familia sobre todas las aventuras vividas junto a Sofía, Martina, Lucas y Tomás en el parque.
Les explicó cómo cada uno tenía habilidades únicas que los hacían especiales e interesantes.
Desde ese día en adelante, Mateo aprendió a valorar la diversidad de los cuerpos humanos y comprendió que lo importante no era cómo luciera cada persona por fuera sino quiénes eran realmente en su interior. Y así siguió explorando el mundo con mente abierta y corazón generoso.
FIN.