Amigos en armonía
Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, dos niños llamados Ana y David. Desde muy pequeños, siempre habían tenido sentimientos encontrados el uno por el otro.
A veces se llevaban de maravilla y eran los mejores amigos del mundo, pero otras veces discutían y se peleaban sin parar. Un día, Ana decidió que ya era suficiente de tantas peleas y malos momentos con David. Quería encontrar una forma de llevarse bien todo el tiempo.
Así que decidió hablar con su abuela, quien siempre tenía sabios consejos para dar. "Abuela, no entiendo por qué me llevo tan mal con David", le dijo Ana preocupada.
"A veces siento que lo quiero mucho y otras veces solo quiero alejarme de él". La abuela sonrió y le acarició la cabeza a Ana. "Querida niña, el amor es así.
A veces nos hace sentir las emociones más hermosas del mundo, como la pasión y la felicidad; pero también puede traernos dolor e ira cuando las cosas no salen como esperamos". Ana asintió entendiendo lo que su abuela le decía. "Entonces, ¿qué puedo hacer para llevarme mejor con David?" preguntó curiosa.
La abuela pensó por un momento antes de responder. "Lo primero que debes hacer es aprender a controlar tus emociones. Cuando te sientas enojada o frustrada con David, tómense un tiempo para respirar profundo antes de reaccionar. "Ana asintió nuevamente tomando nota mentalmente.
"Además", continuó la abuela,"traten de comunicarse más entre ustedes. Si algo te molesta o te hace sentir mal, díselo a David de una manera calmada y respetuosa. Y escucha también lo que él tenga para decirte".
Ana se dio cuenta de que había estado actuando impulsivamente sin pensar en los sentimientos de David. "Tienes razón abuela, no he sido muy buena amiga con él. A partir de ahora, voy a tratar de ser más comprensiva y empática".
La abuela sonrió orgullosa y le dio un abrazo a Ana. "Estoy segura de que podrán superar cualquier obstáculo si trabajan juntos. El amor verdadero no siempre es fácil, pero vale la pena luchar por él".
Con el consejo sabio de su abuela en mente, Ana decidió ponerlo en práctica. A partir de ese día, cada vez que surgía una discusión entre ella y David, se tomaban un momento para respirar profundo y luego hablaban sobre sus sentimientos.
Poco a poco, Ana y David comenzaron a entenderse mejor. Comprendieron que todos tenemos días buenos y malos, pero eso no significa que deban dejar de quererse. Aprendieron a aceptarse mutuamente tal como eran y a perdonarse cuando cometían errores.
Con el tiempo, Ana y David se convirtieron en grandes amigos inseparables. Descubrieron que el amor verdadero va más allá del odio momentáneo o las peleas ocasionales.
Aprendieron que la pasión puede traer dolor, pero también puede llevarlos hacia momentos maravillosos. Y así fue como Ana y David encontraron la forma de llevarse bien todo el tiempo. Juntos aprendieron sobre la importancia del amor incondicional, la empatía y la comunicación.
Y juntos, construyeron una amistad que duraría para siempre. El fin.
FIN.