Amigos en Armonía


Había una vez, en una pequeña escuela de un tranquilo pueblo, dos niños llamados Martín y Sofía. Eran compañeros de clase desde hacía muchos años, pero últimamente habían estado peleando constantemente.

Martín era un niño extrovertido y alegre, siempre lleno de energía. Pero cuando se enojaba, su temperamento lo llevaba a decir cosas hirientes que lastimaban los sentimientos de los demás. Sofía, por otro lado, era más introvertida y sensible.

Las palabras duras de Martín la hacían sentir triste y desanimada. Un día después del recreo, el maestro decidió hablar con ellos para resolver el conflicto.

Los reunió en su escritorio y les dijo: "Chicos, sé que últimamente han estado peleando mucho y eso no es bueno para ninguno de ustedes ni para el ambiente escolar. Quiero que entiendan cómo sus palabras pueden herir a los demás". Martín miró al suelo avergonzado mientras Sofía soltó algunas lágrimas silenciosas.

El maestro continuó: "Quiero proponerles un ejercicio para que comprendan la importancia de las emociones y cómo podemos manejarlas adecuadamente". Al día siguiente, el maestro organizó una actividad especial en la clase.

Puso un gran papel en blanco sobre la pared con diferentes emociones dibujadas: tristeza, alegría, rabia y miedo. —"Chicos" , dijo el maestro mientras señalaba las emociones dibujadas en el papel, "quiero que cada uno tome un marcador y escriba algo que haya sentido recientemente".

Todos los niños asintieron con la cabeza y comenzaron a escribir. Martín, con su marcador en mano, se acercó al papel y escribió —"tristeza" . Sofía, por otro lado, eligió la palabra "alegría".

Luego de que todos terminaran, el maestro les pidió que compartieran lo que habían escrito. Martín levantó su mano tímidamente y dijo: "-Me siento triste cuando peleo con Sofía. No quiero lastimarla pero no puedo controlar mi enojo".

Sofía miró a Martín con comprensión y respondió: "-Yo me siento feliz cuando estamos jugando juntos como solíamos hacerlo antes de las peleas. Quiero ser amiga de Martín otra vez". El maestro sonrió y les dijo: "Chicos, esto es muy importante.

Ahora entienden cómo sus palabras afectan a los demás y también cómo pueden elegir sentirse felices trabajando juntos". A partir de ese día, Martín decidió controlar su temperamento e intentar expresar sus emociones sin herir a los demás.

Sofía también se comprometió a entender los sentimientos de Martín y apoyarlo para que ambos pudieran resolver cualquier conflicto de manera pacífica. Con el tiempo, Martín y Sofía volvieron a ser buenos amigos. Aprendieron que cada uno tenía diferentes formas de manejar sus emociones y eso estaba bien.

Juntos descubrieron cómo ayudarse mutuamente cuando alguno se sentía triste o frustrado. La escuela volvió a ser un lugar divertido donde reinaba la alegría entre todos los niños gracias al ejemplo positivo de Martín y Sofía.

Aprendieron que trabajar juntos y entender las emociones de los demás era la clave para una convivencia feliz. Y así, con amor, comprensión y empatía, Martín y Sofía demostraron que siempre hay una solución pacífica a los problemas si nos esforzamos por entendernos mutuamente.

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