Amigos en Coloreville
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Coloreville, donde todos los colores vivían en armonía. En ese lugar, había dos amigos inseparables: Carlos, el color azul, y Isabel, el color rosa.
Juntos solían explorar y aprender sobre el maravilloso mundo de los colores. Un día soleado, la maestra del colegio de Coloreville decidió hacer una actividad para que los niños clasificaran diferentes objetos según su color.
Les pidió a todos que trajeran algo representativo de su tonalidad favorita. Carlos estaba emocionado por mostrar su amor por el azul y decidió llevar una hermosa pelota azulada. Por otro lado, Isabel eligió traer una linda muñeca rosada con vestido de encaje.
Al llegar al aula, la maestra les explicó cómo debían clasificar los objetos según su color correspondiente. Todos prestaron mucha atención a sus instrucciones, pero Carlos no entendía muy bien cómo hacerlo.
Isabel rápidamente comprendió lo que tenían que hacer y comenzó a organizar su muñeca junto con otros juguetes rosados en un rincón del salón. Carlos se sintió frustrado al ver lo bien que lo hacía Isabel y cómo ella podía clasificar correctamente cada uno de los objetos.
Carlos se acercó lentamente hacia Isabel mientras ella estaba ocupada organizando sus cosas. Sin pensarlo dos veces, le dio un mordisco en el brazo como acto de desesperación e impotencia por no poder hacerlo tan bien como ella.
- ¡Ay! ¡Carlos! ¿Por qué me mordiste? - exclamó Isabel sorprendida y dolorida. Carlos, arrepentido y avergonzado, no supo qué decir. La maestra se acercó rápidamente al escuchar el grito de Isabel y le preguntó qué había pasado. - Yo...
yo lo siento mucho, maestra. Me enfadé porque Isabel clasificó bien los colores y yo no pude hacerlo como ella - respondió Carlos con lágrimas en sus ojos.
La maestra comprendió la frustración de Carlos pero también sabía que eso no era excusa para lastimar a su amiga. Decidió tomar una acción educativa para enseñarles a ambos una valiosa lección.
- Carlos, entiendo que te sientas mal por no poder clasificar los colores correctamente, pero eso no justifica tu comportamiento agresivo hacia Isabel. En lugar de enojarte o sentirte inferior, debes recordar que todos somos diferentes y tenemos habilidades únicas. Es importante aprender a aceptarnos y apoyarnos mutuamente sin dañarnos físicamente ni emocionalmente.
Carlos asintió con tristeza mientras miraba a Isabel con remordimiento. - Lo siento mucho, Isabel. No debería haberte mordido. Fue un acto impulsivo e injusto de mi parte.
Isabel, aunque todavía dolida por el mordisco, decidió perdonar a su amigo porque sabía que todos cometemos errores alguna vez. - Está bien, Carlos. Todos nos equivocamos alguna vez. Pero debemos aprender de nuestros errores y ser mejores personas cada día - respondió comprensiva Isabel.
La maestra les propuso una actividad especial para ayudarlos a entender mejor la importancia del respeto y la colaboración entre amigos. Les pidió que juntos clasificaran una gran variedad de objetos de diferentes colores y formas.
Carlos y Isabel se dieron cuenta de que, trabajando en equipo y respetándose mutuamente, podían lograr mucho más. Desde aquel día, Carlos aprendió a valorar las habilidades de Isabel sin sentirse inferior. Juntos descubrieron el mundo mágico de los colores y se convirtieron en grandes amigos inseparables.
Y así, en Coloreville, todos aprendieron la importancia del respeto, la aceptación y la colaboración entre amigos. Cada uno descubrió sus propias fortalezas y aprendió a apoyarse mutuamente para hacer del mundo un lugar más colorido y hermoso.
FIN.