Amigos en el Bosque Encantado



Había una vez un duende llamado Tomás que vivía en un bosque encantado. A Tomás le encantaba jugar cerca del arcoíris y explorar todos los rincones de aquel mágico lugar.

Un día, mientras saltaba de nube en nube, se topó con un hada llamada Violeta. Ambos se miraron sorprendidos y, después de unos segundos, comenzaron a reírse a carcajadas. Desde ese día, se volvieron inseparables amigos.

Tomás y Violeta decidieron embarcarse en una aventura para encontrar nuevos amigos en el bosque encantado. Caminaron y caminaron hasta que llegaron a una clara pradera donde encontraron una familia de conejitos jugando entre las flores. - ¡Hola! ¿Nos permiten ser sus amigos? - preguntó Tomás emocionado.

- ¡Claro! Será divertido tener más compañeros de juegos - respondió la mamá conejo con una sonrisa. Así fue como los conejitos se unieron al grupo de Tomás y Violeta.

Juntos saltaban por el bosque, compartían risas y descubrían nuevos tesoros escondidos entre los árboles. Una mañana soleada, mientras volaban sobre el río cristalino, vieron a unos pájaros cantando alegremente en lo alto de los árboles. - ¡Hola amiguitos! ¿Podemos cantar con ustedes? - preguntó Violeta entusiasmada.

- ¡Por supuesto! La música siempre une corazones - respondió uno de los pájaros mientras extendía sus alas invitándolos a sumarse al concierto. Tomás y Violeta cantaron junto a los pájaros, creando una melodía tan hermosa que llenó de alegría todo el bosque encantado.

Pero un día, algo extraño sucedió. El cielo se oscureció y las risas desaparecieron. Una densa niebla cubrió el bosque, haciendo que todos se sintieran tristes y asustados. - ¿Qué está pasando? - preguntó Tomás preocupado.

- No lo sé, pero debemos descubrirlo y traer de vuelta la luz al bosque - respondió Violeta decidida. Los amigos comenzaron a buscar pistas por todas partes.

Siguiendo el brillo de una luciérnaga perdida, llegaron a un rincón del bosque donde encontraron a un unicornio solitario llamado Luna. - Soy Luna, el último habitante mágico del bosque. La tristeza ha invadido mi corazón y por eso todo está oscuro - dijo Luna con voz apagada.

Tomás, Violeta y sus amigos abrazaron al unicornio para transmitirle su amor y amistad. Juntos formaron un círculo de energía positiva que iluminó nuevamente el bosque encantado. Desde aquel día, Tomás, Violeta, los conejitos, los pájaros y Luna vivieron felices en armonía.

Cada uno compartió sus dones especiales con los demás: Tomás les enseñaba juegos divertidos; Violeta les regalaba polvo de hadas para hacer magia; los conejitos hacían reír a todos con sus travesuras; los pájaros llenaban el aire con su hermoso canto; y Luna iluminaba las noches con su brillante cuerno.

El bosque encantado volvió a ser un lugar lleno de alegría y color gracias a la amistad y el amor que reinaba entre todos sus habitantes.

Y así, juntos, vivieron muchas aventuras más, siempre recordando que la amistad es el tesoro más valioso que uno puede encontrar en el corazón de los demás.

FIN.

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