Amigos en la Granja



Había una vez una niña llamada Juliana que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos paisajes y granjas.

A Juliana le encantaba pasar tiempo al aire libre y disfrutar de la naturaleza, pero su lugar favorito era la granja del señor Pedro. Un día soleado, Juliana decidió ir a visitar a sus amigos animales en la granja. Al llegar, se encontró con el señor Pedro alimentando a las gallinas. -¡Hola, señor Pedro! -saludó Juliana con entusiasmo-.

¿Puedo jugar con los animalitos hoy? -¡Claro que sí, Juliana! -respondió el señor Pedro con una sonrisa-. Pero primero debes ayudarme a alimentar a todos. Juliana asintió emocionada y comenzaron juntos a repartir comida por cada corral.

Mientras lo hacían, escucharon un ruido extraño proveniente del establo. -¿Qué será ese ruido? -preguntó curiosa Juliana. -Señor Pedro, vamos a ver qué pasa allí -dijo decidida mientras se dirigían hacia el establo.

Al abrir la puerta del establo, se llevaron una sorpresa: había un pequeño cabrito atrapado entre las pajas. Parecía haberse caído de su cama y no podía levantarse por sí mismo. -Pobrecito, está asustado -murmuró Juliana acercándose al cabrito-. No te preocupes, yo te ayudaré.

Con mucho cuidado, Juliana levantó al cabrito y lo abrazó cariñosamente. El señor Pedro observaba orgulloso cómo su amiga demostraba su bondad y valentía. -¡Bien hecho, Juliana! -exclamó el señor Pedro-.

Ahora debemos llevarlo a un lugar seguro para que se recupere. Juntos llevaron al cabrito a una casita especial que tenían en la granja para los animalitos enfermos. Allí, le dieron agua y comida mientras esperaban a que se recuperara.

Días después, el cabrito ya estaba completamente recuperado y listo para volver con sus amigos del establo. Juliana estaba feliz de haber ayudado y decidió celebrarlo invitando a todos los animales de la granja a una fiesta.

Cuando llegó el día de la fiesta, Juliana decoró el granero con globos y serpentinas. Los animales llegaron uno por uno: las gallinas, los cerdos, las ovejas e incluso las vacas. Todos estaban emocionados por compartir este momento especial con su amiga Juliana.

Durante la fiesta, cada animal mostraba sus habilidades únicas: las gallinas bailaban graciosamente, los cerdos hacían piruetas divertidas y las ovejas saltaban por encima de obstáculos improvisados. La alegría invadió el lugar mientras todos disfrutaban juntos.

En medio de tanta diversión, un pequeño pollito llamado Pepito se acercó tímidamente a Juliana. -¿Juliana? -dijo Pepito con voz temblorosa-. Quería decirte que gracias por ayudar al cabrito cuando estaba en problemas. Eres muy valiente y amable.

Juliana sonrió ampliamente al escuchar esas palabras sinceras del pollito. -Gracias a ti también, Pepito -respondió Juliana-. Todos los animales de la granja son mis amigos y siempre estaré aquí para ayudarlos.

La fiesta continuó hasta el atardecer, cuando cada animal regresó a su lugar en la granja. Juliana se despidió de todos con un abrazo y una promesa de volver pronto. Desde aquel día, Juliana se convirtió en la mejor amiga de los animales de la granja.

Juntos vivieron muchas aventuras y aprendieron importantes lecciones sobre el valor de la amistad, el respeto hacia los demás seres vivos y el poder que tiene una pequeña acción para hacer del mundo un lugar mejor.

Y así, Juliana siguió jugando con los animalitos de la granja, llevando alegría y amor a cada rincón donde iba.

FIN.

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