Amigos en la Pampa



Había una vez en Uruguay, un gaucho llamado Juan y una china llamada Josefina. Ambos eran grandes amigos y siempre estaban dispuestos a ayudarse mutuamente. Un día, Juan le propuso a Josefina que salieran juntos a carnear.

Josefina, emocionada por la idea de aprender algo nuevo, aceptó de inmediato. Ambos sabían que el carneo era una tarea difícil y requería mucho esfuerzo, pero estaban decididos a enfrentar el desafío.

Al llegar al campo donde se encontraban los animales, Juan explicó detalladamente cada paso del proceso de carneo a Josefina. Le enseñó cómo reconocer las mejores partes del animal para cortar y cómo hacerlo con cuidado para no desperdiciar nada.

Con mucha paciencia y dedicación, ambos comenzaron a trabajar en equipo. Mientras Juan iba cortando la carne con su cuchillo afilado, Josefina lo observaba atentamente e imitaba sus movimientos.

Poco a poco, fue ganando confianza en sí misma y se volvió más hábil en el arte del carneo. Pasaron varias horas trabajando sin descanso hasta que finalmente terminaron de carnear todos los animales. Estaban cansados pero satisfechos por haber completado tan ardua tarea juntos.

De repente, mientras recogían sus herramientas, escucharon un ruido extraño proveniente del bosque cercano. Curiosos como eran, decidieron investigar qué ocurría. Se adentraron en el bosque siguiendo el sonido hasta llegar a un claro donde encontraron un pequeño potrillo atrapado entre ramas y arbustos espesos.

El pobre animalito parecía asustado y necesitaba ayuda. Sin dudarlo, Juan y Josefina se pusieron manos a la obra para rescatar al potrillo. Mientras Juan cortaba las ramas con su cuchillo, Josefina calmaba al potrillo acariciándolo suavemente.

Juntos lograron liberarlo y el pequeño potrillo les mostró su gratitud saltando de alegría. Al ver la valentía y compasión de Juan y Josefina, los animales del bosque decidieron ayudarlos en lo que fuera necesario.

Los pájaros les cantaban melodías alegres, los conejos les mostraban caminos seguros y hasta un sapo sabio les enseñó algunos trucos para cuidar mejor el campo.

Juan y Josefina aprendieron una gran lección ese día: no solo se trata de carnear o realizar tareas difíciles, sino también de estar dispuestos a ayudar a los demás cuando más lo necesitan.

Desde aquel día, cada vez que salían a carnear juntos, Juan y Josefina recordaban el valor de la amistad y la importancia de ser solidarios con todos los seres vivos que habitan en el campo uruguayo. Y así, gracias a su espíritu colaborativo y amor por la naturaleza, Juan y Josefina se convirtieron en verdaderos héroes del campo uruguayo.

FIN.

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