Amigos en la Plaza
Había una vez un niño llamado Juanito que vivía en un pequeño pueblo. A Juanito le encantaba jugar y divertirse al aire libre, especialmente en la plaza del pueblo donde se encontraban todos los niños de su edad.
Un día soleado, Juanito decidió ir a la plaza a jugar con sus amigos. Llevaba consigo su pelota favorita y estaba emocionado por pasar un rato divertido.
Al llegar a la plaza, vio que había muchos niños jugando diferentes juegos: algunos estaban saltando la cuerda, otros estaban corriendo y riendo mientras jugaban a las escondidas. Juanito se acercó a un grupo de niños que estaban jugando al fútbol y les preguntó si podía unirse.
Los niños lo miraron con desdén y uno de ellos dijo: "No puedes jugar con nosotros, eres demasiado pequeño". Juanito sintió una punzada de tristeza en su corazón, pero no se dio por vencido.
Decidido a encontrar alguien con quien jugar, caminó hacia otro grupo de niños que estaban construyendo castillos de arena. Se acercó tímidamente y preguntó si podía ayudarlos. Uno de los niños levantó la vista y le dijo: "Lo siento, pero ya estamos casi terminando".
Juanito asintió con tristeza y continuó buscando. Mientras exploraba la plaza en busca de alguien con quien jugar, escuchó risas provenientes del parque infantil. Se dirigió allí rápidamente y vio a dos hermanos gemelos balanceándose en los columpios.
Decidió acercarse y presentarse. "Hola, soy Juanito. ¿Puedo jugar con ustedes?" -preguntó Juanito con una sonrisa.
Los gemelos se miraron el uno al otro y luego al mismo tiempo dijeron: "¡Claro que sí, Juanito! ¡Nos encantaría tener un nuevo amigo!"Desde ese momento, los tres niños se convirtieron en inseparables. Pasaron horas jugando en la plaza, inventando historias y compartiendo risas. Juntos construyeron castillos de arena más grandes y ganaron muchos partidos de fútbol contra otros equipos.
Un día, mientras jugaban en la plaza, vieron a un niño solitario sentado en un banco observándolos con tristeza. Juanito se acercó a él y le preguntó si quería jugar con ellos.
El niño miró sorprendido y dijo: "¿De verdad? ¿Puedo unirme a ustedes?"Juanito asintió con una sonrisa y respondió: "Por supuesto. Todos merecen tener amigos para jugar". A partir de ese día, el grupo de amigos creció cada vez más grande.
La plaza del pueblo se llenaba de risas y alegría todos los días. Los niños aprendieron que no importaba cuán diferentes fueran o cuánto tiempo llevaban allí, siempre había espacio para nuevos amigos.
Juanito enseñó a sus amigos la importancia de ser amables y abiertos hacia los demás. Les recordó que todos merecían ser tratados con respeto y que nunca debían juzgar a alguien por su apariencia o habilidades.
Así fue como la historia de Juanito inspiró a todos los niños del pueblo a ser amables entre ellos y hacer nuevos amigos sin importar las diferencias. La plaza del pueblo se convirtió en un lugar mágico donde la diversión y la amistad florecían, gracias a Juanito y su espíritu generoso.
Y así, cada tarde, los niños de ese pequeño pueblo se reunían en la plaza para jugar juntos y recordar que todos merecen tener amigos con quienes compartir momentos maravillosos.
FIN.