Amigos en tiempos difíciles


Había una vez una niña llamada Sofía, a la que le encantaba ir a la escuela con su guardapolvo blanco y sus zapatos rojos brillantes.

Siempre llevaba consigo una mochila llena de lápices de colores y cuadernos en blanco, lista para aprender todo lo que pudiera. Un día, mientras caminaba hacia la escuela con su perrito Toto a su lado, se encontró con sus amigas Lola y Ana. Ellas se sorprendieron al verla acompañada por un perro.

- ¡Sofía! ¿Desde cuándo tienes un perrito? -preguntó Lola emocionada. - Lo encontré en el parque ayer -respondió Sofía sonriendo-. Parecía muy triste y perdido, así que decidí llevarlo a casa conmigo.

Ana miró al pequeño perro marrón con ojos curiosos. - ¿Puedes traerlo a la escuela algún día? Me encantaría jugar con él en el recreo -dijo ella entusiasmada. Sofía asintió contenta. "Será divertido tener compañeros de juegos nuevos", pensó para sí misma.

Cuando llegaron a la escuela, Sofía entregó las flores que había recogido en el camino como regalo para su maestra. La señorita Marta las recibió con una gran sonrisa y los colocó en un florero sobre su escritorio.

Durante las clases del día hubo muchos momentos divertidos e interesantes. En matemáticas aprendieron nuevas sumas y restas, en lengua leyeron cuentos fantásticos y en arte pintaron hermosos paisajes.

Al terminar la jornada escolar, Sofía se despidió de sus amigos y regresó a casa con Toto. Sin embargo, al llegar se encontró con un problema inesperado: su mamá estaba muy enferma en cama. - Hola, mamá. ¿Cómo te sientes hoy? -preguntó Sofía acercándose a la cama de su madre.

- No muy bien, hija. Me duele mucho la cabeza y tengo fiebre -respondió su mamá con voz débil. Sofía sabía que tenía que hacer algo para ayudar a su madre.

Recordando lo que había aprendido en clase ese día sobre el cuidado de las personas enfermas, decidió preparar una taza de té caliente y darle un masaje en los hombros para aliviar el dolor.

Después de un rato, la mamá empezó a sentirse mejor gracias al amoroso cuidado de su hija pequeña. Esa noche antes de dormir, Sofía se sintió muy feliz por haber podido ayudar a su mamá y también por haber hecho nuevos amigos en la escuela ese día.

Se dio cuenta de que siempre hay algo bueno que hacer por los demás si estamos atentos y dispuestos a ayudarles.

Y así fue como Sofía aprendió una valiosa lección sobre amistad y solidaridad, mientras disfrutaba cada momento del camino hacia la escuela con sus zapatos rojos brillantes y su perrito Toto fielmente acompañándola.

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