Amigos en todas las emociones



Había una vez un niño llamado Juan, que siempre estaba lleno de alegría y energía. Era conocido por su risa contagiosa y por ser el alma de la fiesta en su escuela.

Sin embargo, un día Juan llegó a la escuela con una expresión triste en su rostro. Sus compañeros notaron de inmediato el cambio en él y se acercaron preocupados. "Juan, ¿qué te pasa? Pareces triste", preguntó Martina con voz suave. Juan suspiró y respondió: "No sé...

Me siento triste hoy". Los demás niños no sabían cómo reaccionar. Estaban acostumbrados a ver a Juan feliz todo el tiempo, y esto les resultaba extraño.

Pero Sabrina, una niña muy inteligente, se dio cuenta de algo importante. "Amigos, creo que es normal sentirse triste a veces. Todos tenemos emociones diferentes", dijo Sabrina con seguridad. Los demás asintieron lentamente mientras procesaban esta idea nueva para ellos.

Decidieron apoyar a Juan en lugar de juzgarlo o ignorarlo como habrían hecho antes. "Juan, si necesitas hablar o quieres pasar tiempo juntos para distraerte, estamos aquí para ti", ofreció Lucas con amabilidad. Juan sonrió tímidamente ante la oferta de sus amigos y aceptó su ayuda.

Juntos pasaron el resto del día compartiendo historias divertidas, jugando juegos tranquilos y simplemente estando presentes uno para el otro. Poco a poco, Juan comenzó a sentirse mejor gracias al apoyo amoroso de sus compañeros.

Aprendió que no había nada malo en sentirse triste ocasionalmente; era solo otra emoción que todos experimentamos. Los días pasaron y la amistad entre Juan y sus compañeros se fortaleció.

Ahora, siempre estaban dispuestos a escuchar y entender las emociones de los demás, sin importar si eran felices o tristes. Un día, mientras jugaban en el patio de la escuela, Martina tropezó y se lastimó el brazo. Todos corrieron hacia ella para asegurarse de que estaba bien.

"¡Ay! Me duele mucho", lloriqueó Martina con lágrimas en los ojos. Juan recordó cómo sus amigos lo habían apoyado cuando él se sentía triste, así que decidió hacer algo especial por Martina. Se acercó a ella y le dio un abrazo cálido.

"Martina, está bien sentirse triste cuando te lastimas. Estamos aquí para ti", le dijo Juan con ternura. Los demás niños siguieron el ejemplo de Juan y rodearon a Martina con amor y consuelo.

Juntos lograron calmarla e hicieron todo lo posible para ayudarla a sentirse mejor. Desde ese día, Juan y sus amigos entendieron que todas las emociones son válidas y necesitan ser reconocidas. Aprendieron la importancia de escucharse mutuamente y brindarse apoyo en momentos difíciles.

Y así, la historia de Juan nos enseña que no hay nada malo en sentirse triste; es solo una parte natural de ser humano. Lo importante es estar allí para nuestros amigos cuando más nos necesiten, sin juzgar ni ignorar sus emociones.

FIN.

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