Amigos en todas las estaciones
Había una vez dos amigos llamados Pablo y María que vivían en un pequeño pueblo. Todos los días, se encontraban frente a la casa de María para ir juntos a la escuela. Pero ese día, algo inesperado sucedió.
Pablo llegó temprano como de costumbre y esperó pacientemente a María en el lugar de siempre. Sin embargo, pasaron varios minutos y ella no aparecía. Pablo comenzaba a preocuparse, así que decidió ir a buscarla.
Recorrió las calles del pueblo llamando a su amiga, pero no había rastro de ella por ningún lado. Asustado, corrió hasta la casa de María para ver si estaba allí.
Al llegar, se encontró con la madre de su amiga quien le dijo:-¡Oh Pablo! Maria ha enfermado esta mañana y no podrá ir a la escuela. Pablo sintió tristeza al saber que su amiga estaba enferma.
Quería ayudarla y hacerla sentir mejor, así que le preguntó a la mamá si podía visitarla. La madre de María aceptó encantada y acompañó a Pablo hasta el cuarto donde descansaba su amiga.
Al verla pálida y débil, Pablo decidió poner en práctica uno de los valores más importantes: el cuidado hacia los demás. Se sentó al lado de María y le contó chistes divertidos para sacarle una sonrisa. Luego le leyó cuentos entretenidos para distraer su mente del malestar físico.
A medida que pasaban las horas, Pablo también recordaba lo importante que era ser paciente cuando alguien está enfermo. Pasaron varios días visitando a María después de clases e incluso llevaron sus tareas escolares para que no se atrasara.
La amistad entre ellos se fortaleció aún más durante ese tiempo, demostrando el valor de la solidaridad y la empatía. Un día, cuando María ya había recuperado su salud, los dos amigos caminaban juntos hacia la escuela como siempre lo hacían. Pero esta vez, algo era diferente.
Pablo le dijo a María:-¡Sabes qué María? Aunque me alegra que estés bien ahora, extrañé mucho nuestros paseos a la escuela juntos. María sonrió y respondió:-Yo también te extrañé mucho, Pablo.
Me di cuenta de lo importante que es tener un amigo como tú en los buenos y malos momentos. Ambos se dieron cuenta de cuánto valor tenían su amistad y cómo habían aprendido importantes lecciones durante esos días difíciles.
Desde entonces, siempre estuvieron ahí el uno para el otro, apoyándose mutuamente en cada paso del camino. Y así fue como Pablo y María comprendieron que la amistad verdadera va más allá de las risas y los juegos.
Se trata de estar presente cuando alguien lo necesita y ayudarse mutuamente a crecer como personas. Desde aquel día, siguieron caminando juntos hacia la escuela con una sonrisa en sus rostros sabiendo que tenían un amigo incondicional al lado.
FIN.