Amigos incondicionales
Había una vez un niño llamado Juan que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Juan era un niño muy alegre y juguetón, pero tenía dificultades para leer bien.
Esto hacía que algunos de sus compañeros de clase se burlaran de él y lo discriminaran. Un día, mientras caminaba triste por el parque del pueblo, se encontró con un perro callejero llamado Max.
Max era grande y animal, con ojos tiernos y una cola que nunca dejaba de moverse. Cuando vio a Juan tan desanimado, se acercó corriendo y le lamió la mano. "Hola Max", dijo Juan con una sonrisa tímida. Max parecía entenderlo todo y decidió quedarse cerca de Juan ese día.
Juntos pasearon por el parque y jugaron hasta que cayó la noche. A partir de ese momento, Max se convirtió en el fiel compañero de Juan.
Los días pasaban y cada vez que los niños se burlaban de Juan por no poder leer bien, Max siempre estaba ahí para consolarlo. Un día, mientras caminaban juntos cerca del río, escucharon unos maullidos desesperados provenientes de un arbusto. Al acercarse descubrieron a un gatito asustado atrapado entre las ramas.
Juan rápidamente liberó al gatito y lo abrazó con ternura. "¡Gracias por salvarme!", maulló el gatito. "No hay problema", respondió Juan emocionado. "¿Cómo te llamas?""Me llamo Luna", respondió el gatito.
"Vivía en una casa donde no me querían y escapé, pero luego me quedé atrapada aquí". Juan decidió llevar a Luna a su casa y Max la aceptó como parte de su familia.
A partir de ese momento, Juan, Max y Luna se convirtieron en los mejores amigos. Un día, Juan decidió enfrentar sus dificultades para leer. Pidió ayuda a su maestra y ella le brindó apoyo extra después de clases.
Con mucho esfuerzo y práctica, poco a poco Juan fue mejorando su habilidad para leer. Cuando llegó el día del concurso de lectura en la escuela, todos los niños estaban emocionados por participar. Pero Juan aún tenía miedo de ser discriminado por no leer tan bien como los demás.
"No te preocupes, Juan", dijo Max. "Tú eres especial y eso es lo que importa". Luna asintió con la cabeza. "Tienes razón, Juan. Eres valiente y tienes un corazón lleno de amor".
Con las palabras alentadoras de sus amigos animales, Juan se sintió más confiado. Llegó el turno de Juan para leer en voz alta frente a todos los niños y sus padres. A pesar de estar nervioso al principio, leyó con seguridad y fluidez.
Al finalizar su lectura, todos los presentes aplaudieron emocionados. Los compañeros que solían discriminarlo ahora lo felicitaban por su valentía y superación.
Desde aquel día, Juan comprendió que cada persona tiene habilidades únicas y que no hay motivo para discriminar a alguien solo porque es diferente o tiene dificultades en alguna área. Juan continuó practicando la lectura junto a Max y Luna mientras disfrutaban de su amistad y aventuras. Juntos demostraron que el amor y la comprensión pueden superar cualquier obstáculo.
Y así, Juan aprendió que los verdaderos amigos siempre estarán allí para apoyarlo en cada paso del camino. Y eso, sin duda alguna, era algo mucho más valioso que las palabras escritas en un libro.
FIN.