Amigos inesperados
Había una vez en un pequeño pueblo, un gato llamado Tomás. Tomás era un gato muy amigable y simpático que vivía en una casa con su dueña, Doña Marta.
Todos los días, Tomás salía a pasear por el vecindario y saludaba a todos los vecinos con cariño. Un día, mientras paseaba por el jardín de la casa, Tomás vio algo moverse entre las flores.
Se acercó sigilosamente y descubrió que era un ratón travieso que estaba causando destrozos en el jardín de Doña Marta. - ¡Oye tú, ratón travieso! ¿Qué crees que estás haciendo? -exclamó Tomás indignado. El ratón travieso se dio la vuelta y miró a Tomás con una sonrisa burlona en su rostro.
- Jajaja, solo estoy divirtiéndome un poco. No veo cuál es el problema -respondió el ratón con tono desafiante. Tomás sabía que debía hacer algo al respecto para proteger el jardín de su querida dueña.
Decidió hablar seriamente con el ratón travieso para encontrar una solución pacífica. - Escucha, entiendo que quieras divertirte, pero no está bien dañar las cosas de los demás. ¿Qué tal si encontramos otra forma de divertirnos juntos sin causar problemas? -propuso Tomás con amabilidad.
El ratón travieso pensó por un momento y finalmente aceptó la propuesta de Tomás. Los dos decidieron jugar a las escondidas en lugar de causar destrozos en el jardín.
Se divirtieron tanto corriendo y escondiéndose uno del otro que pronto se convirtieron en grandes amigos. Con el tiempo, el ratón travieso aprendió a canalizar su energía jugando de forma positiva junto a Tomás y dejó atrás sus travesuras destructivas.
Juntos demostraron que la amistad y la colaboración pueden superar cualquier problema o diferencia. Desde entonces, Tomás y el ratón travieso se convirtieron en inseparables compañeros de juegos que alegraban los días del pueblo con sus travesuras sanas y divertidas.
Y así demostraron a todos que incluso las situaciones más complicadas pueden resolverse pacíficamente cuando hay voluntad y buena disposición por ambas partes.
FIN.