Amigos Inseparables


Había una vez, en un bosque encantado, dos amigos muy especiales: el zorro y la ardilla. Ellos se conocían desde pequeños y siempre habían sido inseparables.

Un día de verano, el sol brillaba con fuerza y la ardilla decidió que quería compartir su merienda con su amigo el zorro. Preparó unas deliciosas nueces y se fue corriendo a buscarlo. Cuando llegó al claro donde acostumbraban a jugar, encontró al zorro triste y desanimado.

"¿Qué te pasa, amigo?", preguntó la ardilla. "No tengo nada para comer hoy", respondió el zorro con voz triste. La ardilla no dudó ni un segundo en ofrecerle sus nueces. "Compartamos mi merienda juntos", dijo sonriente.

El zorro aceptó felizmente la oferta de su amiga y juntos disfrutaron de las jugosas nueces bajo la sombra de un gran árbol. La tarde pasó volando mientras contaban historias divertidas y se reían sin parar.

Al finalizar la tarde, cuando se despidieron para ir cada uno a su casa, el zorro le prometió a la ardilla que algún día le devolvería el favor. Los días pasaron y llegó el otoño.

Un día, mientras buscaba bellotas para guardarlas para el invierno, la ardilla tropezó con una rama caída en medio del camino y se lastimó una pata. No podía caminar bien y estaba muy asustada. Fue entonces cuando apareció el zorro corriendo hacia ella preocupado por su amiga herida.

"Deja que te ayude", dijo el zorro mientras la ayudaba a levantarse. La llevó en brazos hasta su madriguera y cuidó de ella hasta que se recuperó.

La ardilla estaba muy agradecida por la ayuda de su amigo y juntos recordaron cómo habían compartido sus nueces aquel día de verano. Desde ese día, el zorro y la ardilla se volvieron aún más amigos. Compartían todo lo que tenían y siempre estaban allí el uno para el otro cuando lo necesitaban.

Y así, aprendieron una valiosa lección: compartir es importante, pero también lo es ser un buen amigo dispuesto a ayudar en los momentos difíciles.

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