Amigos para siempre
Había una vez un niño llamado Mateo, quien era muy amigable y siempre estaba rodeado de amigos. A todos les gustaba estar con él porque siempre tenía una sonrisa en su rostro y era muy divertido.
Pero había algo especial en Mateo que hacía que las personas se sintieran realmente bien a su lado. Un día, mientras Mateo jugaba en el parque con sus amigos, se encontró con un niño nuevo llamado Tomás.
Tomás era tímido y reservado, no hablaba mucho y parecía triste. Mateo se acercó a él con una gran sonrisa y le dijo:- ¡Hola! Soy Mateo, ¿quieres jugar con nosotros? Tomás miró sorprendido a Mateo y asintió tímidamente.
Desde ese momento, los dos se convirtieron en grandes amigos. Juntos exploraban el parque, construían castillos de arena e inventaban historias fantásticas. Pero un día, Tomás llegó al parque llorando.
Se sentía triste porque había perdido su juguete favorito: un osito de peluche que le había regalado su abuelita antes de morir. Mateo sabía lo importante que era para Tomás aquel osito y decidió ayudarlo a encontrarlo.
Los dos buscaron por todo el parque sin éxito hasta que vieron a un niño mayor jugando cerca del estanque con el osito de peluche de Tomás. Sin pensarlo dos veces, Mateo corrió hacia él y le dijo:- ¡Oye tú! Ese osito es de mi amigo Tomás, devuélveselo ahora mismo.
El niño mayor se sorprendió por la valentía de Mateo y le entregó el osito a Tomás. Desde ese día, Tomás se dio cuenta de lo valioso que era tener un amigo como Mateo, alguien en quien podía confiar y apoyarse.
A medida que pasaba el tiempo, Mateo seguía siendo una persona muy querida por todos. Pero algo cambió cuando la familia de Mateo decidió mudarse a otra ciudad.
Todos sus amigos estaban tristes por su partida, pero sabían que los recuerdos y la amistad siempre estarían presentes. Mateo llegó a su nuevo hogar y se sintió solo al principio. Extrañaba a sus amigos y el parque donde solía jugar.
Pero decidió no dejarse vencer por la tristeza y buscar nuevas formas de hacer amigos en su nueva escuela. Un día, mientras jugaba en el patio del colegio, conoció a Sofía, una niña tímida que también estaba buscando compañeros para jugar.
Mateo se acercó a ella con una sonrisa y le dijo:- ¡Hola! Soy Mateo, ¿quieres ser mi amiga? Sofía miró sorprendida a Mateo y asintió tímidamente. Desde ese momento, los dos se convirtieron en grandes amigos.
Juntos descubrieron nuevos juegos, compartieron risas e hicieron muchos recuerdos especiales. Así es como Mateo aprendió que no importa dónde estés o quién conoces, siempre puedes hacer nuevos amigos si eres amable y te muestras interesado en las demás personas.
Su corazón generoso inspiraba a todos quienes lo conocían a ser mejores personas. Y así termina nuestra historia de un niño llamado Mateo, quien nos enseñó que la amistad y la bondad son tesoros que siempre debemos valorar.
FIN.