Amigos para siempre
Mariano y Atahualpa eran primos muy unidos. Siempre que tenían la oportunidad, se encontraban en la casa del abuelo para jugar juntos. En esta ocasión, decidieron llevar pelotas y perritos para hacer su día aún más divertido.
Al llegar a la casa del abuelo, Mariano sacó una pelota de fútbol y Atahualpa trajo una pelota de básquetbol. Estaban emocionados por poner a prueba sus habilidades deportivas. Se dirigieron al jardín trasero y comenzaron a jugar.
Mariano pateaba la pelota con mucha fuerza mientras Atahualpa intentaba interceptarla con su cuerpo ágil como un gato. Ambos reían sin parar mientras corrían detrás de la pelota por todo el jardín.
De repente, uno de los perritos del abuelo se acercó corriendo hacia ellos. Era Toby, un pequeño cachorro lleno de energía y entusiasmo. Saltaba alrededor de ellos, tratando de atrapar la pelota también.
"¡Hey Toby! ¡Quítate!" -exclamó Mariano riendo mientras esquivaba los saltos juguetones del perrito. "¡Espera Mariano! Creo que Toby quiere jugar con nosotros" -dijo Atahualpa observando cómo el cachorro movía su cola emocionado. Los dos niños decidieron darle una oportunidad a Toby e incluyeron al perrito en su juego.
Ahora tenían un nuevo desafío: pasarle la pelota a Toby para que él también pudiera participar activamente en el juego. Se turnaron para lanzarle suavemente la pelota a Toby, y el perrito, emocionado, intentaba atraparla con sus patitas.
Aunque al principio le costó un poco entender cómo jugar, pronto se dio cuenta de que debía correr tras la pelota para atraparla. "¡Muy bien Toby! ¡Eres un gran jugador!" -exclamó Mariano animando al cachorro.
Atahualpa y Mariano estaban felices de haber incluido a Toby en su juego. Ahora los tres disfrutaban corriendo por el jardín y riendo sin parar mientras jugaban juntos. De repente, uno de los vecinos del abuelo apareció en el jardín con su perrito llamado Rocky.
Era un perro grande y fuerte que siempre estaba ansioso por jugar. Rocky vio a Toby persiguiendo la pelota y decidió unirse a ellos. Sin embargo, no era tan gentil como Toby al momento de jugar.
Corría muy rápido y saltaba sobre todos, causando caos en el juego. "¡Espera Rocky! ¡No seas brusco!" -gritó Atahualpa preocupado mientras trataba de proteger a Toby del entusiasta perro grande. Mariano rápidamente tuvo una idea para solucionar el problema.
Buscó otra pelota entre las cosas del abuelo y se la lanzó a Rocky para distraerlo. La estrategia funcionó perfectamente.
Mientras Rocky perseguía su nueva pelota, Atahualpa aprovechó para llevarse a Toby hacia otro lugar más tranquilo donde pudieran seguir jugando sin interrupciones. En ese rincón tranquilo del jardín, Atahualpa y Mariano continuaron jugando con Toby, disfrutando de su compañía y de la diversión que habían creado juntos.
Aprendieron el valor de incluir a otros en sus juegos, adaptándose a las situaciones y buscando soluciones creativas cuando surgían dificultades. El día llegó a su fin y los dos primos se despidieron del abuelo agradeciéndole por haberles permitido jugar en su casa.
Se fueron con una sonrisa en sus rostros, sabiendo que no solo habían pasado un día divertido sino también habían aprendido lecciones valiosas sobre amistad, cooperación y respeto hacia los demás.
Y así, Mariano, Atahualpa y Toby siguieron creciendo juntos, disfrutando de cada aventura que la vida les presentaba.
FIN.