Amigos para siempre



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Amistad, donde todos los habitantes eran amigos y se llevaban de maravilla.

En este lugar vivían dos mejores amigos llamados Tomás y Martín, quienes compartían todo juntos: juegos, aventuras y risas. Un día llegó a Villa Amistad una nueva familia con una niña llamada Sofía. Tomás y Martín decidieron acercarse a ella para darle la bienvenida al pueblo y hacerla sentir parte de su grupo de amigos.

Desde el primer momento, los tres conectaron de inmediato y se convirtieron en inseparables. Los días pasaban volando mientras los tres amigos exploraban cada rincón del pueblo, descubriendo nuevos lugares y creando recuerdos inolvidables juntos.

Sin embargo, un día algo inesperado sucedió: Sofía recibió una invitación para ir a jugar a casa de otra amiga que había conocido en la escuela. "¡Chicos! ¡Me invitaron a jugar a la casa de Valentina esta tarde! ¿Puedo ir?" -preguntó Sofía con entusiasmo.

Tomás y Martín se miraron sorprendidos por un instante, pero luego sonrieron comprensivos ante la emoción de su amiga. "¡Claro que sí, Sofi! Ve y diviértete mucho. Nosotros nos vemos mañana", respondió Tomás con alegría.

Sofía abrazó a sus amigos emocionada por la oportunidad de conocer más personas en el pueblo, pero cuando estaba por irse sintió un nudo en el estómago al pensar en dejarlos solos.

Sin embargo, Tomás le guiñó un ojo tranquilizador antes de despedirse y eso le dio confianza para partir rumbo a la casa de Valentina. Mientras tanto, Tomás y Martín se quedaron pensativos sin saber qué hacer sin su amiga Sofía.

Decidieron entonces salir a pasear por el parque del pueblo e intentar divertirse ellos dos solos. Sin embargo, algo faltaba en ese paseo: la risa contagiosa de Sofía que siempre alegraba sus días.

De regreso a casa al atardecer, los dos amigos se sentaron en el banco frente a la plaza principal sumidos en silencio hasta que finalmente Martín rompió el hielo:"Che Tomy...

¿no te parece raro estar sin Sofi?"Tomás asintió con melancolía mientras observaba el cielo anaranjado del atardecer pensando en lo mucho que extrañaba a su amiga. "Sí Martincho... es como si nos faltara algo importante", respondió Tomás con tristeza.

En ese momento recordaron todas las aventuras vividas junto a Sofía: las tardes jugando al escondite, las excursiones al bosque encantado detrás del pueblo y las fiestas sorpresa que organizaban para celebrar cada cumpleaños juntos. Se dieron cuenta entonces de lo especial que era tener una amistad como la que compartían los tres.

Decididos a no dejarse vencer por la tristeza, Tomás tuvo una brillante idea:"¡Martín! ¿Y si compartimos nuestra amistad con otros chicos del pueblo? Podríamos invitarlos a jugar juntos mañana después de clases.

"Martín iluminó su rostro con una amplia sonrisa ante la genial propuesta de su amigo:"¡Qué buena idea Tomy! Así podremos hacer nuevos amigos sin dejar nunca atrás nuestra increíble amistad". Al día siguiente organizaron un gran picnic en el parque del pueblo e invitaron a todos los niños interesados en pasar una tarde llena de juegos y diversión.

Pronto se sumaron varios vecinos curiosos ante la propuesta tan emocionante ofrecida por Tomás y Martín. Entre risas, carreras y competencias sanas surgieron nuevas amistades aquel día gracias al gesto generoso e inclusivo de estos dos grandes amigos.

Al caer la noche, todos disfrutaron juntos viendo las estrellas desde el campo abierto mientras compartían anécdotas sobre sus vidas e intereses comunes.

Al finalizar esa jornada inolvidable bajo el manto estrellado del cielo nocturno, Tomás entendió lo valioso que era compartir no solo juegos sino también momentos especiales con diferentes personas para expandir aún más su círculo social manteniendo siempre presente lo importante que era conservar intacta su sincera amistad con Martín y Sofía.

FIN.

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