Amigos para Siempre



Había una vez un tigre llamado Tigrón y un ratón llamado Rato. Vivían en un bosque mágico, lleno de colores y sonidos fantásticos. A pesar de ser tan diferentes, Tigrón y Rato eran amigos íntimos. Rato siempre tenía la paciencia para aguantar las travesuras de Tigrón, que a veces podía ser un poco egoísta.

Un día, mientras jugaban a los vaqueros, Rato propuso un nuevo juego.

"¡Hoy yo seré el malo y tú serás el bueno!" dijo Rato emocionado.

"¡Sí! ¡Me encanta ser el héroe!" exclamó Tigrón, sin pensar en lo que vendría después.

Empezaron a jugar, pero la emoción se fue descontrolando. En medio de la historia, Tigrón decidió que tenía que ganar a toda costa. Cuando Rato se acercó a su castillo de cartón, Tigrón lo derribó.

"¡Eso no se hace!" gritó Rato, mientras recogía los pedazos de su creación.

"Pero yo soy el héroe, ¡tengo que ganar!" respondió Tigrón, sin mirar a su amigo.

Rato, a pesar de su decepción, decidió actuar con tranquilidad. Se apartó y comenzó a construir un nuevo castillo. Esta vez, lo hizo más grande y más fuerte, con un diseño que recordaba lo mejor de su amistad.

Al ver el esfuerzo de Rato, Tigrón sintió un nudo en el estómago. Se dio cuenta de que había ido demasiado lejos y que, al ser egoísta, le había hecho daño a su amigo. Intentó arreglarlo.

"Rato, lo siento. No debí derribar tu castillo. ¿Puedo ayudarte a construirlo de nuevo?"

"¡Claro!" contestó Rato, sonriendo, pero con un pequeño toque de tristeza en su voz.

Juntos, trabajaron en el nuevo castillo y Tigrón se esforzó por ser un buen compañero, compartiendo las tareas y asegurándose de que Rato se sintiera valorado. Con su ayuda, el castillo se convirtió en un espléndido fortaleza, decorado con flores y lazos de colores.

Cuando terminaron, Rato miró su creación y sonrió.

"¡Mirá lo que hicimos, Tigrón! ¡Es el castillo más lindo de todo el bosque!"

"Sí, pero solo porque trabajamos juntos. Entendí que ser egoísta no me hace un buen amigo".

Desde ese día, Tigrón y Rato aprendieron la importancia de compartir y valorar la amistad por encima de todo. Ahora pasaban horas jugando a ser vaqueros, pero siempre asegurándose de que sus juegos fueran divertidos para ambos. El tigre se convirtió en un amigo más generoso y comprensivo, y el ratón, en un excelente compañero.

Y así, en un bosque lleno de magia y color, Tigrón y Rato continuaron sus aventuras, siempre recordando que la amistad es el verdadero tesoro.

Fin.

FIN.

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