Amigos protectores de dinosaurios



Esmeralda estaba emocionada por la aventura que acababa de vivir junto a su amigo Pancho. Corrieron y se escondieron del tiranosaurio Rex, hasta que finalmente lograron escapar de sus garras.

Ahora, sentada en la mesa del almuerzo con su familia, no podía dejar de contarles lo sucedido. -¡Fue increíble! -dijo Esmeralda con entusiasmo-. ¡Pancho me salvó de un tiranosaurio Rex! -¿Un qué? -preguntó su abuelo sorprendido. -Un tiranosaurio Rex -repitió Esmeralda-, era enorme y quería comernos.

-Tu amiga tiene mucha imaginación -comentó la tía mientras servía el guiso en los platos. -No es imaginación -insistió Esmeralda-, fue real. Pero Pancho me protegió y corrimos muy rápido para escapar.

La mamá de Esmeralda sonrió orgullosa al escucharla hablar con tanta seguridad sobre lo ocurrido. Sabía que a su hija le encantaba inventar historias, pero esta vez parecía diferente. -¿Cómo te sientes ahora? -le preguntó preocupada mientras acariciaba su cabello castaño oscuro.

-Estoy bien mamá, gracias a Pancho pude escapar. Él es muy fuerte y grande, como un árbol gigante con patas largas -respondió Esmeralda animadamente. Todos rieron ante la descripción tan divertida que hizo la niña sobre el braquiosaurio.

Pero algo dentro de ellos les decía que tal vez había algo más en la historia que Esmeralda estaba contando. Mientras seguían almorzando, la tía comenzó a hacerle preguntas a Esmeralda sobre el tiranosaurio Rex y cómo fue que lograron escapar.

La niña respondió con detalles precisos, describiendo cada movimiento del dinosaurio y cómo su amigo Pancho la protegió. De repente, el abuelo se levantó de su silla y pidió atención. -Querida Esmeralda -dijo mientras le tomaba las manos-.

¿Sabías que los dinosaurios existieron hace muchos años? Eran animales gigantes y poderosos, pero ya no están aquí porque se extinguieron. Esmeralda lo miró sorprendida mientras escuchaba atentamente las palabras de su abuelo.

-Lo que quiero decirte es que tal vez lo que viste no era un tiranosaurio Rex, sino algo parecido. Pero eso no importa -continuó el abuelo-, lo importante es que tienes un amigo como Pancho, quien te cuida y protege. Y eso es algo muy valioso en la vida.

La mamá de Esmeralda asintió emocionada mientras le sonreía a su hija. Sabía que había sido una gran aventura para ella, pero también entendía la importancia de enseñarle cosas nuevas y reforzar los valores familiares.

Y así terminó ese almuerzo familiar lleno de risas, cuentos e historias fantásticas. Esmeralda aprendió mucho ese día: sobre los dinosaurios, sobre cómo tener amigos fieles y protectores; pero sobre todo aprendió a valorar aún más a su familia.

FIN.

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