Amigos que hablan



Alejo era un niño muy alegre y divertido, siempre tenía una sonrisa en el rostro y le encantaba jugar con sus amigos en el colegio. Pero un día, todo cambió.

-¡Eres un tramposo! -gritó Alejo furioso mientras golpeaba la mesa. -¡No lo soy! ¡Tú eres el que hizo trampa! -respondió Santi molesto. La discusión se fue intensificando hasta que finalmente terminaron peleándose en medio del salón de clases.

La maestra tuvo que intervenir para separarlos y mandó una nota en el cuaderno de comunicaciones a los padres de ambos niños. Cuando llegó a casa, Alejo se sentía muy triste por lo sucedido. No entendía por qué había perdido los estribos tan fácilmente y lastimado a su amigo.

Fue entonces cuando su mamá le dijo:-Hijo, sé que te sientes mal por lo que pasó hoy en el colegio.

Pero no te preocupes, vamos a hablar con la psicopedagoga para ver cómo podemos ayudarte a controlar tus emociones. Al principio, Alejo no estaba seguro si quería hablar con alguien extraño sobre sus sentimientos. Pero después de pensarlo un poco más decidió darle una oportunidad. La psicopedagoga se llamaba Ana y era muy amable con él.

Le explicó cómo nuestras emociones pueden ser como olas que suben y bajan dentro de nosotros, pero que tenemos la capacidad de controlarlas antes de llegar al punto donde nos hacen daño o lastiman a otros.

Ana le enseñó algunas técnicas simples como respirar profundamente varias veces antes de reaccionar o tratar de comprender la perspectiva de los demás antes de responder.

También le sugirió que hablara sobre sus sentimientos con alguien en quien confiaba, como su mamá o su mejor amigo. Los días pasaron y Alejo comenzó a sentirse más seguro y tranquilo consigo mismo. Cuando volvió al colegio, se acercó a Santi para disculparse por lo que había pasado. -Lo siento mucho, Santi -dijo tímidamente-.

No debería haberme puesto tan furioso contigo. Santi lo miró sorprendido pero después sonrió y le dio un abrazo. -Tranquilo, ya está todo bien -respondió amigablemente.

Desde ese día en adelante, Alejo aprendió a expresar sus emociones de una manera más positiva y saludable. Se dio cuenta de que hablar sobre nuestros sentimientos no nos hace débiles sino fuertes, porque nos permite crecer y aprender juntos como amigos.

FIN.

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