Amigos sin fronteras



Hugo vivía en un pequeño barrio de la ciudad, donde pasaba sus días jugando con su gatita Luna. Luna era una gata muy especial, con su pelaje blanco y una oreja negra que la hacía lucir única.

Sus ojos azules brillaban como estrellas en el cielo. Un día, mientras Hugo paseaba por el parque, vio a Laura caminando junto a su perro Toby, un simpático perrito salchicha de color marrón.

A Hugo le llamó la atención la amabilidad y dulzura de Laura hacia Toby. Desde aquel día, Hugo comenzó a seguir a Laura y Toby por todos lados. Siempre encontraba una excusa para cruzarse en su camino y poder admirar a Toby de cerca.

Pero había un problema: Luna también se había enamorado de Toby. Una tarde soleada, mientras Hugo observaba desde lejos a Laura jugando con Toby en el parque, se acercó sigilosamente hacia ellos. - ¡Hola! -saludó Hugo tímidamente.

- ¡Hola! ¿Eres nuevo por aquí? -respondió Laura amablemente. - Sí, soy Hugo. Vivo en ese edificio allá -señaló hacia su casa-. Y esta es mi gatita Luna. Laura miró sorprendida a Luna y sonrió.

- ¡Qué hermosa es! Me encantan los animales. - Gracias -dijo Hugo orgulloso-. Y tu perro Toby también es muy lindo. - Es mi compañero fiel -afirmó Laura acariciándolo-. ¿Quieres jugar con nosotros? Hugo aceptó emocionado y comenzaron a jugar juntos en el parque.

Mientras tanto, Luna miraba desde lejos con celos. No le gustaba compartir la atención de Hugo con nadie más. Los días pasaron y Hugo se hizo muy amigo de Laura y Toby.

Juntos, descubrieron que podían hacer muchas cosas divertidas, como jugar al escondite, correr por el parque e incluso aprender trucos nuevos. Pero una tarde, mientras jugaban en el parque, Toby se lastimó una pata. Laura estaba preocupada y no sabía qué hacer.

- Tranquila, puedo llevar a Toby al veterinario -ofreció Hugo rápidamente. - ¡Oh! ¿De verdad? Eso sería de mucha ayuda. Hugo llevó a Toby al veterinario y esperó ansioso mientras lo revisaban.

Afortunadamente, la lesión no era grave y Toby se recuperaría pronto. Cuando regresaron al parque, Luna estaba esperando a Hugo. Ella se acercó lentamente hacia él y comenzó a frotarse cariñosamente contra sus piernas. Hugo entendió que Luna también necesitaba su atención y cariño.

Decidió pasar tiempo de calidad con ella cada día para demostrarle cuánto la quería. A partir de ese momento, Hugo aprendió a equilibrar su amor por Luna y su amistad con Laura y Toby.

Los cuatro amigos seguían disfrutando juntos de aventuras emocionantes en el barrio. Así fue como Hugo comprendió que el amor no tiene límites ni fronteras; puede expandirse para abrazar tanto a los animales como a las personas especiales en nuestras vidas.

Y aunque todos tenemos diferentes formas de expresarlo, siempre hay espacio suficiente en nuestros corazones para amar profundamente a aquellos que nos rodean.

FIN.

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