Amigos sin Fronteras



Había una vez en la escuela Primaria Enrique C. Rébsamen, un grupo de niños de 6to grado muy amigables y solidarios.

Un día, llegaron dos nuevos compañeros a su salón: Rosaline y Evens, dos hermanos haitianos que no hablaban español. Al principio, los niños no sabían cómo acercarse a ellos. Pero rápidamente se dieron cuenta de que debían hacer todo lo posible para ayudarlos a integrarse y sentirse bienvenidos.

La maestra del salón, la señorita Laura, propuso una idea maravillosa. Les dijo a los niños que formaran parejas con Rosaline y Evens para ayudarlos a aprender español mientras compartían actividades juntos. Los primeros días fueron un poco difíciles porque el idioma era una barrera.

Pero los nuevos amigos no se rindieron y encontraron formas creativas de comunicarse. Usaban gestos, dibujos e incluso el traductor del celular para poder entenderse. Un día, durante la clase de matemáticas, Rosaline tuvo problemas para resolver un problema complicado.

Ella miró tristemente hacia su compañero Juanito quien le sonrió y le ofreció ayuda:"Rosaline, ¡no te preocupes! Te voy a enseñar cómo resolverlo paso a paso". Juanito explicó cada paso detalladamente en español simple mientras Rosaline asentía con entusiasmo.

Al finalizar el problema juntos, ambos se sintieron orgullosos por haber trabajado en equipo. Evens también estaba haciendo grandes avances gracias a su compañera Ana María. Juntos realizaban proyectos artísticos donde Evens podía expresarse sin necesidad de palabras.

A través de la pintura y el dibujo, Evens encontró una manera de comunicarse y expresar sus emociones. Poco a poco, Rosaline y Evens se fueron integrando más en el grupo.

Los niños del salón también aprendieron algunas palabras en creole haitiano para poder comunicarse mejor con ellos. Un día, la escuela organizó una feria cultural donde cada estudiante tenía que presentar algo sobre su país de origen.

Los niños del salón decidieron hacer un proyecto especial para honrar a sus nuevos amigos haitianos. Trabajaron juntos durante semanas, investigando sobre Haití, su cultura, música y comida típica. Incluso ensayaron una danza tradicional haitiana para presentarla en la feria.

El día de la feria llegó y todos los padres estaban emocionados por ver lo que habían preparado los alumnos.

Cuando le tocó el turno al grupo de Rosaline y Evens, los aplausos llenaron el salón mientras ellos mostraban orgullosos todo lo que habían aprendido sobre su país. Rosaline no podía contener las lágrimas de felicidad al ver cómo todos sus compañeros se habían esforzado tanto para hacerla sentir parte del grupo. Evens sonreía ampliamente mientras veía las caras de admiración ante su baile tradicional.

Desde ese día, Rosaline y Evens se convirtieron en parte inseparable del grupo.

Todos los niños entendieron que no importaba el idioma o las diferencias culturales, lo importante era siempre estar dispuestos a ayudar y ser amables con aquellos que necesitaban apoyo. Y así fue como la amistad entre estos valientes niños argentinos e haitianos se convirtió en un ejemplo para todos, demostrando que el amor y la solidaridad no conocen fronteras ni barreras idiomáticas. Fin.

FIN.

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