Amigos sin fronteras


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una escuela muy especial donde asistían niños de todas partes. En esta escuela, la diversidad y la inclusión eran los valores más importantes.

Un día, llegó a la escuela una niña llamada Sofía. Era bajita, solo medía un metro y medio, pero tenía una gran sonrisa que iluminaba a todos a su alrededor. Sofía era muy valiente y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus compañeros.

En esa misma semana, también se incorporó a la escuela un ogro gigante llamado Óscar. Óscar era tan grande que tenía que agacharse para entrar por la puerta de la escuela.

Muchos niños tenían miedo de él al principio, pero pronto descubrieron que, detrás de su aspecto intimidante, se escondía un corazón bondadoso. Al principio, Sofía y Óscar no se llevaban bien.

Los demás niños se burlaban de ellos por ser diferentes: Sofía por ser pequeña y Óscar por ser un ogro gigante. Pero un día, durante el recreo, ambos se encontraron solos en el patio de la escuela. -Soy Sofía -dijo la niña tímidamente. -Yo soy Óscar -respondió el ogro con voz profunda.

A partir de ese momento, comenzaron a hablar y descubrieron que tenían muchas cosas en común. Ambos habían sido juzgados por su apariencia exterior sin darles la oportunidad de mostrar quiénes eran realmente en su interior.

Decidieron unirse y demostrarle a todos en la escuela que las diferencias no importan cuando se trata de ser amigos.

Juntos realizaron actividades increíbles: Sofía enseñó matemáticas a Óscar usando bloques de construcción gigantes, mientras que él le mostraba cómo cuidar el jardín de la escuela con sus enormes manos. Poco a poco, los demás niños comenzaron a darse cuenta de lo equivocados que estaban al juzgar a Sofía y Óscar sin conocerlos.

Aprendieron que la verdadera amistad va más allá de las apariencias y que todos tenemos algo especial para compartir con los demás. Al final del año escolar, Sofía y Óscar fueron elegidos como los representantes del espíritu de amistad y colaboración en la escuela.

Se convirtieron en ejemplo para todos los niños, demostrando que incluso una niña pequeña y un ogro gigante pueden formar una amistad inquebrantable basada en el respeto mutuo y el cariño sincero.

Y así fue como en Villa Esperanza, gracias a dos valientes amigos dispuestos a desafiar prejuicios e injusticias, cada niño aprendió una importante lección: nunca juzgues a alguien por su apariencia externa; porque lo más hermoso e invaluable siempre está dentro del corazón humano.

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