Amigos sin fronteras


En un soleado día de primavera, en el jardín infantil "Rayitos de Sol", se encontraban tres niños muy especiales: Pedri, Tito y Tita. Pedri y Tito eran los mejores amigos desde que tenían memoria.

Les encantaba jugar al fútbol juntos, construir castillos de arena en el arenero y contar chistes a todos sus compañeros. Eran inseparables. Un día llegó al colegio una niña nueva llamada Tita.

Era tímida al principio, pero su carita llena de curiosidad no pasó desapercibida para nadie. Los ojos brillantes de Tita pronto captaron la atención de Tito, quien decidió acercarse a ella para hacerle sentir bienvenida. "¡Hola! Soy Tito. ¿Quieres ser mi amiga?" -dijo con una sonrisa radiante.

Tita respondió tímidamente pero con alegría: "¡Sí! Me encantaría". Desde ese momento, Tito y Tita se hicieron inseparables también.

Descubrieron que tenían muchas cosas en común: les gustaba correr por el patio del colegio, dibujar flores y animales en clase de arte y compartir la merienda bajo la sombra de un árbol. Una tarde, mientras jugaban en el rincón de juegos, Tito invitó a Tita a su casa para jugar videojuegos después del colegio.

La emoción invadió los corazones de los dos niños mientras planeaban qué juego iban a elegir primero. Sin embargo, Pedri escuchó la conversación y frunció el ceño. Se acercó a ellos con gesto serio y dijo: "-Eso no es para niñas.

Los videojuegos son cosa de chicos". Tito miró sorprendido a su amigo e intentó explicarle que las niñas también podían disfrutarlos igual que ellos. Pero Pedri se mantuvo firme en su postura.

La situación se volvió incómoda hasta que finalmente Tita intervino con valentía: "-Yo quiero jugar también. No importa si soy niña o niño; lo importante es divertirnos juntos". Las palabras de Tita resonaron en el corazón de Pedri como una melodía dulce y reconfortante.

Comprendió que estaba equivocado al pensar que ciertas cosas eran solo para un género específico. Al final del día, los tres niños caminaron juntos hacia sus casas con risas y complicidad compartida.

A partir de ese momento, Pedri aprendió a valorar las diferencias entre todos sus amigos y descubrió que la verdadera amistad no tiene barreras ni prejuicios.

Y así, entre juegos, risas y aventuras cotidianas, Pedri, Tito y Tita forjaron una amistad sólida basada en el respeto mutuo y la aceptación incondicional. En el jardín infantil "Rayitos de Sol", creció una semilla poderosa: la semilla del amor fraternal entre diferentes colores.

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