Amigos sin palabras



Había una vez un pequeño monstruito llamado Momo. Momo era verde y animal, pero a diferencia de otros monstruos, él tenía un problema: era sordo y no podía hablar. Esto hacía que se sintiera muy triste y solitario.

Un día, mientras caminaba por el bosque en busca de amigos, Momo encontró a Milu, una simpática ardillita que saltaba de árbol en árbol. Al ver a Momo tan triste, Milu decidió acercarse para preguntarle qué le pasaba.

- Hola, ¿qué te sucede? - preguntó Milu con curiosidad. Momo hizo señas con sus manos para explicarle que era sordo y no podía comunicarse con los demás.

Milu entendió rápidamente lo que le quería decir ya que ella conocía la lengua de señas. - ¡No te preocupes! Yo puedo enseñarte la lengua de señas para que puedas comunicarte - dijo Milu emocionada. Momo se sintió esperanzado al escuchar eso y aceptó la ayuda de Milu.

Juntos comenzaron a practicar todos los días. Milu le enseñaba las diferentes señas mientras Momo intentaba imitarlas con sus manos de trapo. Poco a poco, Momo fue aprendiendo las palabras básicas como —"hola" , "adiós", —"gracias"  y muchas otras más.

Con cada nueva palabra aprendida, Momo se sentía más feliz porque sabía que ahora podría comunicarse con otros monstruos. Un día soleado, mientras seguían practicando en el bosque, un pájaro les contó sobre un gran festival que se celebraría en la ciudad.

Habría música, juegos y muchos amigos para Momo. Momo se emocionó tanto que saltaba de alegría, pero al hacerlo, sus manos de trapo se desgarraron y quedaron inservibles.

Momo estaba muy triste nuevamente, pensando que no podría ir al festival y conocer a otros monstruos. Milu vio la tristeza en los ojos de su amigo y decidió hacer algo especial.

Con todas las hojas secas del bosque, Milu comenzó a coser unas nuevas manos de trapo para Momo. Cuando terminó, le entregó las nuevas manos a Momo con una gran sonrisa en su rostro. - ¡Aquí tienes! Ahora podrás ir al festival y comunicarte con todos tus nuevos amigos - dijo Milu emocionada.

Momo no podía creer lo que veía. Sus nuevas manos eran aún más hermosas que las anteriores. Estaban llenas de colores brillantes y detalles delicados. Con sus nuevas manos, Momo fue al festival y pudo comunicarse con todos los monstruos que encontraba.

Cantaron juntos canciones divertidas, jugaron juegos emocionantes e incluso hicieron nuevos planes para el futuro. Desde aquel día, Momo siempre llevaba consigo sus preciosas manos de trapo hechas por Milu.

Aprendió que aunque tuviera dificultades o limitaciones, siempre habría alguien dispuesto a ayudarlo y hacerlo sentir especial. Y así fue como el pequeño monstruito verde llamado Momo aprendió a comunicarse gracias a la lengua de señas y encontró amistad en cada rincón del bosque.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!