Amigos sin prejuicios


Había una vez un parque en el que solían jugar niños de distintas razas y etnias. Había niños arios, afroamericanos, asiáticos y de muchas otras nacionalidades. Todos ellos se llevaban muy bien y disfrutaban jugando juntos.

Un día, llegó al parque un niño nuevo llamado Tomás. Era un niño asiático que había llegado recientemente a la ciudad.

Al principio, los demás niños no sabían cómo tratarlo, pero pronto se dieron cuenta de que era un chico divertido y amigable. "Hola chicos! ¿Qué están haciendo?" preguntó Tomás acercándose a los demás niños. "Estamos jugando al fútbol. ¿Quieres unirte?" respondió Juan, uno de los niños arios del grupo.

Tomás asintió emocionado y comenzaron a jugar todos juntos. Los niños corrían detrás del balón riendo y gritando mientras se divertían sin importar su origen o raza. De repente, apareció otro niño en el parque: era Michael, un niño afroamericano que también quería jugar con ellos.

Pero cuando intentó acercarse al grupo para participar en el juego, algunos de los otros niños lo miraron con desconfianza. "¿Qué hace este negro aquí?", preguntó Lucas, otro niño ario del grupo.

Juan rápidamente intervino: "¡Eso no está bien! ¡Michael es nuestro amigo!" Y así fue como todos aceptaron la presencia de Michael y comenzaron a jugar juntos otra vez sin hacer distinciones por su color de piel o procedencia étnica.

Pero algo extraño estaba pasando en el parque. Un grupo de niños mayores, que también estaban jugando en el parque pero en otro sector, comenzaron a mirar con desprecio y burla a los niños del grupo.

"¿Qué hacen esos negros y chinos jugando con estos rubios?" preguntó uno de ellos riéndose. Los niños del grupo se sintieron mal por las palabras de los mayores y dejaron de jugar para irse a sus casas. Pero Tomás no estaba dispuesto a dejar que eso pasara.

"No podemos permitir que nos traten así", dijo Tomás. "Somos amigos sin importar nuestra raza o etnia". Juan asintió: "Tienes razón Tomás. Debemos demostrarles que estamos unidos y que no les tenemos miedo".

Así fue como decidieron reunirse al día siguiente en el mismo lugar para seguir jugando juntos sin importar lo que dijeran los otros niños mayores.

Al día siguiente, cuando llegaron al parque, encontraron una sorpresa: los demás niños mayores habían traído amigos suyos para jugar con ellos también. Había otros chicos afroamericanos, asiáticos y arios entre ellos. "Vimos cómo ustedes juegan juntos y queremos ser sus amigos también", dijo uno de los chicos mayores sonriendo.

Los niños del grupo se alegraron mucho al escuchar esas palabras y comenzaron todos juntos un gran partido donde cada uno tenía la oportunidad de mostrar sus habilidades deportivas sin prejuicios ni discriminación alguna.

Y así fue como aquellos pequeños lograron hacer algo grande: demostrarle al mundo entero lo importante que es aceptarnos tal cual somos sin importar nuestra raza o procedencia étnica. Y desde aquel día, el parque se convirtió en un lugar de encuentro y amistad para todos los niños sin importar su origen o raza.

Dirección del Cuentito copiada!