Amigos Unidos


Había una vez un hermoso pueblo en el campo donde vivían varios niños. Entre ellos estaban Sofía, Lucas y Martín, quienes eran muy buenos amigos. Juntos compartían aventuras y travesuras que alegraban sus días.

Un día, mientras jugaban en el parque del pueblo, llegó un nuevo niño llamado Juanito. Era un niño algo tímido y reservado, pero eso no impidió que los demás niños se acercaran a él con amabilidad.

Sofía, Lucas y Martín decidieron invitar a Juanito a su casa de campo para conocer más sobre él. Al llegar allí, quedaron maravillados por la belleza del lugar: había árboles frondosos, flores de colores brillantes y animales correteando por doquier.

Los niños pasaron horas jugando al aire libre. Corrieron por los campos verdes, saltaron en charcos de agua después de una lluvia y treparon árboles altos como si fueran exploradores valientes. Pero un día ocurrió algo inesperado.

Juanito estaba molesto porque Sofía había ganado en todos los juegos que habían jugado ese día. Estaba tan enfadado que decidió marcharse sin decir nada a sus amigos. Cuando Sofía, Lucas y Martín se dieron cuenta de la ausencia de Juanito, se preocuparon mucho.

Decidieron buscarlo por todo el pueblo hasta que finalmente lo encontraron sentado solo bajo un gran árbol. "¿Qué te pasa, Juanito? ¿Por qué te fuiste sin decirnos nada?"- preguntó Sofía preocupada.

-Juanito miró hacia abajo con tristeza antes de responder: "Estoy enfadado porque siempre pierdo en todos los juegos. No soy tan bueno como ustedes.

"-Los niños se acercaron a Juanito y le explicaron que lo más importante no era ganar o perder, sino disfrutar del juego y de la compañía de amigos. Le dijeron que cada uno tenía habilidades diferentes y eso hacía que cada uno fuera especial.

"Sofía puede ser muy rápida corriendo, Lucas es el mejor trepando árboles y Martín tiene una gran imaginación para inventar juegos divertidos. Todos somos buenos en algo diferente y eso nos hace únicos"- explicó Martín con una sonrisa. Juanito escuchó atentamente las palabras de sus amigos y poco a poco su tristeza se fue desvaneciendo.

Comprendió que no debía compararse con los demás, sino valorar sus propias cualidades. A partir de ese día, Sofía, Lucas, Martín y Juanito siguieron jugando juntos en su casa de campo.

Aprendieron a respetar las diferencias entre ellos y a celebrar las habilidades únicas que cada uno poseía. Y así, aquel hermoso pueblo en el campo se llenó aún más de risas, amistad y diversión.

Los niños descubrieron que el verdadero valor está en aceptarse unos a otros tal como son, sin importar quién gane o pierda. Y juntos crearon un lugar mágico donde todos eran felices siendo ellos mismos.

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