Amistad bajo el mar


Había una vez, en un hermoso pueblo costero de Argentina, una niña llamada Martina. Martina vivía junto al mar y todas las mañanas salía a jugar en la playa.

Pero había algo que siempre le preocupaba: tenía miedo del agua y de los tiburones. Un día soleado, mientras Martina construía un castillo de arena, vio algo inusual en el horizonte. Era un pequeño tiburón que se acercaba nadando lentamente hacia ella.

La niña sintió miedo al principio, pero pronto se dio cuenta de que el tiburón no parecía peligroso. - ¡Hola! ¿Quién eres? -preguntó Martina con curiosidad.

El tiburón la miró con sus grandes ojos negros y respondió amablemente:- Soy Tomás, el tiburón más amistoso del océano. He oído hablar mucho sobre ti y quería conocerte. Martina se sorprendió al escuchar eso y decidió darle una oportunidad a su nuevo amigo inesperado.

A partir de ese día, Martina y Tomás pasaron mucho tiempo juntos explorando el mundo submarino. Tomás le mostraba los corales coloridos, los peces tropicales y las algas danzantes.

La niña estaba fascinada por todo lo que veía y poco a poco perdió su miedo al agua gracias a la compañía del amigable tiburón. Sin embargo, no todos estaban contentos con esta nueva amistad. Los pescadores del pueblo comenzaron a preocuparse por la presencia del tiburón cerca de la costa.

Pensaban que era peligroso para los bañistas y decidieron organizar una caza para atraparlo. Martina se enteró de los planes de los pescadores y estaba angustiada. Sabía que Tomás no era un tiburón malo, pero no sabía cómo convencer a los demás.

Decidió hablar con su abuelo, quien siempre tenía buenos consejos. - Abuelo, necesito tu ayuda -dijo Martina con lágrimas en los ojos-. Los pescadores quieren atrapar a mi amigo Tomás porque piensan que es peligroso.

Pero él es amable y yo sé que no haría daño a nadie. Su abuelo la escuchó atentamente y sonrió comprensivamente. - Martina, creo que ha llegado el momento de enseñarles a todos lo maravilloso que puede ser tener un amigo como Tomás.

Organizaremos una reunión en la playa para que puedan conocerlo. Martina se llenó de esperanza al escuchar las palabras de su abuelo. Juntos, prepararon carteles invitando a todos los habitantes del pueblo a asistir al encuentro especial con el tiburón.

Llegó el día de la reunión y muchas personas se acercaron curiosas a la playa. Todos estaban expectantes por ver qué pasaría. Martina estaba nerviosa pero confiaba en que todo saldría bien.

Cuando Tomás emergió del agua, hubo un silencio momentáneo seguido por susurros emocionados entre la multitud. El tiburón nadaba tranquilamente junto a Martina, demostrando su amistad y afecto hacia ella. - ¡Miren! -exclamó Martina-. Este es Tomás, mi amigo tiburón. Él no es peligroso en absoluto.

Solo quiere ser nuestro amigo y compartir la belleza del océano con nosotros. La multitud se quedó sorprendida ante la valentía de Martina y la amabilidad de Tomás.

Poco a poco, las personas comenzaron a acercarse al agua para tocar al tiburón y conocerlo de cerca. Desde ese día, el pueblo cambió su percepción sobre los tiburones. Comenzaron a comprender que no todos eran criaturas malvadas y peligrosas.

Gracias a Martina y su amistad con Tomás, aprendieron a respetar y proteger la vida marina. Martina se convirtió en una heroína local por haber demostrado que el miedo puede superarse cuando se da una oportunidad a la amistad.

Y ella, junto con su inseparable amigo Tomás, continuaron explorando juntos el océano, compartiendo aventuras e inspirando a otros a ver más allá de las apariencias.

Y así fue como Niña y Tiburón se hicieron amigos para siempre, enseñándonos que el amor y la amistad pueden romper prejuicios y cambiar vidas para mejor.

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