Amistad en la Calle



Era una tarde soleada en la ciudad. Dos doberman negros, llamados Rocco y Luna, se encontraban buscando algo para comer en un basurero. De repente, escucharon un aullido lejano.

"¿Escuchaste eso?" - preguntó Rocco, levantando sus orejas con curiosidad.

"Sí, suena como si alguien estuviera en problemas" - respondió Luna, mirando hacia la dirección del sonido.

Ambos perros se acercaron cautelosamente y encontraron a un husky gris con blanco, llamado Max, atrapado entre dos contenedores de basura.

"¿Necesitás ayuda?" - preguntó Luna, acercándose con precaución.

"¡Sí! Estoy atrapado y no puedo salir de aquí!" - ladró Max, mirando con ojos grandes y temerosos.

Rocco y Luna intercambiaron miradas y rápidamente empezaron a mover los contenedores para liberar a su nuevo amigo.

Tras unos minutos de esfuerzo, Max finalmente pudo salir.

"¡Gracias! No sé qué habría hecho sin ustedes!" - exclamó Max, moviendo su cola con felicidad.

"No hay problema, ahora somos un equipo" - sonrió Rocco, emocionado por la nueva amistad.

Los tres perritos se unieron y comenzaron a buscar comida juntos. Al poco tiempo, encontraron un viejo restaurante que había cerrado.

"Quizá podamos encontrar algo rico adentro" - sugirió Max, oliendo el aire.

"¡Sí! Vamos a ver!" - agregó Luna, llena de entusiasmo.

Entraron al restaurante y, efectivamente, había un montón de restos de comida. Rápidamente, se pusieron a comer, disfrutando de sus hallazgos.

"Esto es lo mejor que he comido en días!" - dijo Luna mientras devoraba un trozo de carne.

"¡Quiero más!" - ladró Rocco, saltando de alegría.

Pero de repente, una sombra oscura apareció a la entrada del restaurante. Era un grupo de perros callejeros, liderados por un gran perro mestizo llamado Draco, que no tenía buenas intenciones.

"¡Eh, ustedes!" - rugió Draco, acercándose amenazadoramente.

"Ese es nuestro almuerzo, ¡desaparezcan!" - añadió uno de sus compinches.

Rocco, Luna y Max se miraron preocupados. No estaba bien pelear, pero tampoco podían dejar que les quitaran su comida.

"¿Qué hacemos?" - susurró Max, temblando de miedo.

"Si nos enfrentamos, podríamos perder" - dijo Rocco, preocupado.

Pero Luna tuvo una idea.

"¡Escuchen! No lo resolveremos peleando. ¡Podemos usar nuestra astucia!"

Los tres se concentraron y empezaron a murmurar un plan en voz baja. Luego, cogieron algunos trozos de comida y, al instante, llamaron la atención del grupo de perros.

"¡Miren lo que tenemos aquí!" - ladró Rocco, mostrando el manjar.

"¡Hay comida de sobra para todos!" - añadió Luna, intentando sonar amigable.

"Podemos compartir, ¡si se comportan!" - ofreció Max, lleno de confianza al ver que sus amigos lo apoyaban.

Draco y sus amigos se detuvieron, sorprendidos por la oferta.

"¿De verdad?" - preguntó Draco, dudando.

"Sí, somos tres. Si quieren, podemos hacer una fiesta de comida" - dijo Luna, mientras movía la cola con alegría.

Los perros callejeros, intrigados, comenzaron a acercarse y se olvidaron del conflicto. Los tres perritos compartieron su comida, y pronto hubo risas y ladridos amistosos en el restaurante.

Desde entonces, Rocco, Luna y Max no solo disfrutaban de sus aventuras gastronómicas, sino que también se habían hecho amigos de Draco y su grupo.

Un día, mientras estaban en el parque, vieron a una perra pequeña que estaba muy asustada, con su collar atascado en una rama.

"¡Vamos a ayudarla!" - exclamó Max, recordando lo que ellos habían pasado.

Los tres se acercaron con cuidado.

"No te preocupes, estamos aquí para ayudarte" - dijo Rocco, tratando de calmar a la perra.

"Vamos a sacarte de aquí, solo relájate" - añadió Luna, mirando con ternura.

Con su trabajo en equipo, lograron liberar a la pequeña.

"¡Muchas gracias!" - dijo la perra, con lágrimas en los ojos.

"¡Ahora somos amigos!" - respondió Max, feliz de haber ayudado.

Así, los tres amigos aprendieron que, aunque la vida en la calle era difícil, su amistad y su disposición para ayudar a otros podían hacer que cada día fuera una aventura maravillosa. Y, a partir de entonces, formaron una gran pandilla que, juntos, se ayudaban y compartían, siempre recordando que la verdadera fuerza estaba en la unión y la amistad.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

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