Amistad en la Montaña



Era un maravilloso día de primavera cuando Tomás y Valentina decidieron ir a explorar la montaña que se alzaba cerca de su pueblo. Con sus mochilas llenas de snacks y un mapa dibujado a mano por ellos, emprendieron su aventura con gran entusiasmo.

"¡Mirá, Valen! Los árboles parecen gigantes, ¿no?" - exclamó Tomás mientras caminaban por el sendero.

"Sí, son tan altos que parecen tocar el cielo!" - respondió Valentina, sorprendida por la belleza que les rodeaba.

Sus risas y juegos resonaban en el aire mientras las aves cantaban y el sol brillaba con fuerza. Sin embargo, conforme se adentraban en la montaña, el ambiente se tornó más silencioso y misterioso.

De repente, un gran oso apareció entre los arbustos. Era enorme, con un pelaje marrón brillante y ojos curiosos, que observaba a los niños mientras ellos se congelaban de sorpresa.

"¡Tomás, ¿qué hacemos? !" - susurró Valentina con temor.

"Es... es un oso. No creo que quiera hacernos daño" - respondió, intentando calmarse.

El oso, al notar su presencia, se acercó lentamente, olfateando el aire. Tomás recordó lo que había aprendido sobre cómo actuar frente a un oso en un libro de naturaleza.

"Valen, deberíamos permanecer calmados y no hacer movimientos bruscos" - dijo, apretando su mano.

Decidieron dar un paso atrás lentamente, pero el oso hizo lo mismo, mostrándose amigable en vez de amenazante.

"Creo que está curioso por nosotros..." - dijo Valentina, asombrada.

"Quizás le atrae el olor de nuestras frutas" - comentó Tomás, sacando una manzana de su mochila.

Con mucho cuidado, Tomás lanzó la manzana hacia el oso, quien, tras olerla con interés, se acercó y la tomó de un movimiento.

"¡Mirá, lo le gustó!" - exclamó Valentina, aunque todavía temerosa.

El oso, luego de disfrutar la manzana, decidió quedarse cerca de los niños. En lugar de asustarse, Tomás y Valentina comenzaron a observarlo con atención.

"Parece más amistoso de lo que pensaba" - dijo Valentina.

"Sí, creo que no tenemos que temer. Los animales solo quieren vivir en paz" - afirmó Tomás.

Poco a poco, el oso se acercó aún más y comenzó a jugar con una rama que encontró en el suelo. Tomás y Valentina comenzaron a reír al ver cómo el oso trataba de atrapar la rama con sus patas.

"¿Te imaginas tener un oso como mascota?" - dijo Valentina, sonriendo.

"Sí, pero creo que necesita estar en su hábitat. Los animales son libres y es mejor no tenerlos en casa" - respondió Tomás, recordando la importancia de respetar la naturaleza.

Mientras tanto, el oso, al ver que todo estaba tranquilo, comenzó a alejarse.

"¡Adiós, amigo!" - gritaron los niños al unísono, sintiendo una conexión especial con la criatura.

Al final del día, Tomás y Valentina regresaron a casa llenos de historias que contar. Habían aprendido una valiosa lección sobre el respeto a la naturaleza y la forma en que todos los seres vivos, grandes y pequeños, tienen su lugar en el mundo.

Desde aquel día, cada vez que miraban hacia la montaña, sonreían, recordando su encuentro inolvidable con el oso, y siempre se comprometían a cuidar del entorno que tanto amaban.

"Prometamos volver, pero siempre con cuidado y respeto" - propuso Valentina.

"Prometido. Será nuestra misión cuidar de la montaña y de todos sus habitantes" - concluyó Tomás, sintiéndose más conectado que nunca con la naturaleza y su misterioso amigo, el oso.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!