Amistad en las Montañas



Era un día soleado en las montañas de los Andes, donde el aire fresco y puro llenaba los pulmones de todos los que vivían allí. En un claro lleno de flores silvestres, un elegante caballo llamado Estrella pastaba tranquilo, disfrutando del sabor dulce de la hierba. De repente, un sonido rompió el silencio del bosque.

"¡Guau! ¡Guau!", ladró un lobo salvaje que se adentraba en el claro. Era un lobo de pelaje gris y ojos amarillos brillantes. Estrella levantó la cabeza, un poco asustada.

"¿Quién va?" - preguntó, intentando mostrar un poco de valentía.

"Soy Lobo, el más astuto de la montaña. No temas, no vine a hacerte daño" - contestó el lobo, acercándose lentamente.

Estrella miró con desconfianza. Por más que el lobo parecía amigable, siempre había escuchado historias de lobos que persiguen caballos. Sin embargo, algo en la mirada del lobo le inspiró curiosidad.

"¿Por qué deberíamos ser amigos?" - preguntó Estrella.

"Porque todos merecemos una oportunidad. Y en esta montaña, podríamos aprender uno del otro" - respondió Lobo con sinceridad.

Así, poco a poco, empezaron a hablar sobre sus vidas. Estrella le contó a Lobo sobre los días soleados y el correr libre por las praderas, mientras que Lobo le relató aventuras en las que había que moverse rápidamente entre los árboles y las rocas. A medida que pasaba el tiempo, ambos se dieron cuenta de que sus diferencias los hacían únicos.

Un día, mientras paseaban juntos, se encontraron con un grupo de animales que estaban en problemas. Un pequeño ciervo había caído en un arroyo y no podía salir.

"¡Ayuda! ¡No puedo salir!" - gritó el ciervo.

"Debemos ayudarlo", dijo Estrella, un poco asustada.

"Yo puedo usar mi agilidad para llegar a él. Tú puedes ofrecerle apoyo desde la orilla," propuso Lobo.

Y juntos, Lobo y Estrella idearon un plan. Lobo se acercó al ciervo con cuidado, mientras Estrella se quedó en la orilla.

"No temas, estoy aquí para ayudarte," dijo Lobo con calma.

"Agárrate de mi pata!" - le gritó Lobo, intentando que el ciervo saltara hacia él. Con un salto audaz, Lobo logró atraer al ciervo hacia la orilla.

Estrella lo recibió con un suave empujón para ayudarlo a salir del agua y, pronto, el ciervo estaba a salvo.

"¡Gracias, amigos! ¡Son unos verdaderos héroes!" - exclamó el ciervo, emocionado.

Desde entonces, el vínculo entre Estrella y Lobo se fortaleció. Decidieron formar un equipo, siempre ayudando a los animales que lo necesitaran en la montaña. Pero hubo un giro inesperado. Un día, Lobo vio a un grupo de cazadores acercándose.

"¡Debemos avisar a los demás!" - dijo Lobo, preocupado.

"¿Y cómo lo haremos sin asustarlos?" - preguntó Estrella.

Ambos comenzaron a pensar en una estrategia. Lobo decidió que lo mejor era usar su capacidad de correr rápido para avisar primero a los más cercanos, mientras que Estrella se encargaría de alertar a los animales que estaban un poco más lejos utilizando su fuerte relincho. Así, en un solo día, lograron reunir a todos los animales y organizar un plan de acción para esconderse.

Los cazadores no lograron atrapar a ninguno de ellos, gracias a la colaboración de Lobo y Estrella. Después de esa aventura, los animales de la montaña celebraron su valentía y espíritu de equipo. Estrella, que antes había tenido miedo del lobo, se dio cuenta de que las diferencias no siempre son algo negativo.

"¡Qué gran equipo hicimos!" - dijo Estrella, sonriendo.

"Sí, hay que celebrar nuestra amistad, donde todos somos especiales" - respondió Lobo, sintiéndose orgulloso.

Desde entonces, Estrella y Lobo no solo fueron amigos, sino que también se convirtieron en los guardianes de las montañas. Juntos demostraron que la amistad puede superar cualquier diferencia y que todos, sin importar nuestra especie, podemos contribuir a un mundo mejor. Y así culminó una hermosa historia de amistad entre un lobo y un caballo, que se apoyaron y entendieron en cada momento que pasó.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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