Amistad Intergaláctica
Había una vez un pequeño niño llamado Tomás, quien vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos y montañas. Tomás siempre había sentido una gran fascinación por los extraterrestres y los ovnis.
Le encantaba leer libros sobre el tema y soñaba con poder ver uno algún día. Un día, mientras paseaba por el campo, Tomás vio algo brillante en el cielo.
¡Era un verdadero ovni! Estaba tan emocionado que no pudo evitar correr hacia él para investigar más de cerca. Cuando llegó al lugar donde había aterrizado, se encontró con un ovni pequeño y colorido. El ovni tenía forma de platillo volador y estaba cubierto de luces brillantes. Parecía muy amigable y acogedor.
Sin pensarlo dos veces, Tomás decidió subirse al ovni para explorarlo. Dentro del ovni, se encontró con su nuevo amigo extraterrestre llamado Cosmo. Cosmo era verde con grandes ojos negros y antenitas en la cabeza.
Tenía una sonrisa cálida que iluminaba toda la habitación del ovni. "¡Hola Tomás! Soy Cosmo, tu nuevo amigo alienígena", dijo Cosmo emocionado. Tomás estaba asombrado pero también muy feliz de haber encontrado a alguien como él.
"¡Wow! ¡Eres increíble! Siempre he querido conocer a un extraterrestre". Cosmo le explicó a Tomás que venía de otro planeta llamado Alfa Centauri y que estaba explorando la Tierra para aprender más sobre los humanos.
"Nosotros los alienígenas también tenemos mucho interés en conocer a los seres humanos, Tomás. Somos curiosos y queremos aprender de ustedes". Tomás y Cosmo se hicieron amigos instantáneamente. Pasaron horas hablando sobre sus mundos y compartiendo historias divertidas.
Cosmo le mostró a Tomás cómo funcionaba el ovni y juntos volaron por todo el pueblo. Mientras exploraban, Tomás notó que algunas personas del pueblo estaban asustadas al ver el ovni volando por encima de ellos. "Creo que les da miedo lo desconocido", dijo preocupado.
Cosmo entendió la preocupación de su nuevo amigo e ideó un plan para ayudar a las personas a comprender mejor la presencia del ovni en el pueblo.
Juntos, crearon una exhibición en el centro del pueblo donde explicaban cómo funcionaba un ovni y cómo los extraterrestres no eran peligrosos. Las personas del pueblo quedaron fascinadas con la exhibición y comenzaron a darse cuenta de que no tenían nada que temer.
Se dieron cuenta de que los extraterrestres solo querían aprender más sobre ellos y compartir conocimientos. A partir de ese día, Tomás se convirtió en un verdadero embajador entre los humanos y los extraterrestres. Ayudó a organizar talleres educativos donde las personas podían aprender más sobre otros planetas y culturas alienígenas.
Con el tiempo, más extraterrestres visitaron la Tierra para conocer a los humanos gracias al trabajo conjunto de Tomás y Cosmo.
El pequeño niño había logrado cambiar la forma en que las personas veían a los extraterrestres, fomentando la amistad y la comprensión mutua. Tomás siempre recordó a su ovni favorito, Cosmo. Aprendió que la diversidad y la curiosidad pueden llevarnos a lugares increíbles y que nunca debemos temer lo desconocido.
Y así, Tomás continuó explorando el mundo con su amigo extraterrestre, compartiendo aventuras y aprendiendo juntos cada día. .
FIN.