Amistad por encima de todo
En el patio del colegio San José, la primavera traía consigo una serie de juegos en los que todos los niños de la clase se divertían. Entre todos, dos amigos inseparables siempre destacaban: Lucas y Tomi. Eran conocidos por ser los mejores compañeros en las aventuras y travesuras, pero un día todo cambió.
Era un día soleado y los chicos estaban jugando al fútbol. Lucas, que siempre quería ser el goleador, salió corriendo tras el balón y, sin querer, le pegó a Tomi en la cabeza con su pie.
"¡Ay! ¿Por qué no mirás por dónde pateás!" - grito Tomi, tocándose la cabeza con cara de dolor.
"Lo siento, no fue mi intención" - dijo Lucas, pero Tomi ya estaba enojado.
"No me importa, ¡sos un torpe!" - respondió Tomi, cruzándose de brazos.
A partir de ese momento, la situación se volvió tensa. Tomi decidió que no quería seguir jugando con Lucas y se unió al grupo de niños que se burlaban de él por lo que había pasado. Lucas, triste y confundido, parada solo en la otra parte del patio.
Pasaron los días y, a pesar de sus intentos de disculparse, Tomi no estaba dispuesto a escuchar. En su clase, todo se volvió incómodo. La maestra, la señorita Ana, notó el cambio de actitud de Tomi.
"Tomi, ¿por qué no has estado jugando con Lucas últimamente?" - le preguntó la maestra con preocupación.
"¡Porque es un torpe y me duele lo que hizo!" - respondió Tomi con el rostro enojado.
"Entiendo que te sientas mal, pero a veces los amigos cometen errores. El perdón es una parte importante de la amistad" - dijo la señorita Ana muy sabiamente.
Tomi, en ese momento, se quedó pensando. Pasaron varias horas y él se dio cuenta de que no quería pelearse con Lucas. Recordó todas las risas y aventuras que habían compartido. Sin embargo, se sentía avergonzado y no sabía cómo acercarse a su amigo.
Un día, mientras estaban en el recreo, Tomi decidió dar un paso adelante. Vio a Lucas que estaba solo, sentado en un rincón, mirando cómo otros niños jugaban. Su corazón se llenó de valor.
"Lucas, esperame" - gritó Tomi mientras corría hacia él.
Lucas levantó la vista, sorprendido.
"¿Qué querés?" - preguntó, aún dolido.
"Quiero disculparme por lo que dije. Me equivoqué al enojarme así. Tuvimos muchos buenos momentos juntos y no quiero perder tu amistad" - dijo Tomi, bajando la mirada al suelo.
Lucas sintió alivio y un rayo de esperanza iluminó su rostro.
"Me gustaría que fueras a jugar al fútbol conmigo de nuevo. No quise lastimarte, y también lamento que no lo hayas disfrutado" - respondió Lucas, todavía algo nervioso.
Los dos chicos se miraron y, después de un segundo que se sintió eterno, ambos sonrieron, como si un peso enorme se hubiera levantado de sus hombros.
"¡Vamos a jugar!" - exclamó Tomi, y juntos corrieron al centro del patio. No importaba quién sería el goleador. Lo importante era que habían superado su pelea y recuperado su amistad.
Desde aquel día, Lucas y Tomi aprendieron que los errores pueden suceder, pero lo más valioso es el perdón. En su clase, solían recordar la lección que la señorita Ana les había enseñado: la amistad es más fuerte que cualquier malentendido.
Y así, juntos, jugaron, rieron y compartieron no solo su amor por el fútbol, sino también un lazo que jamás se rompió.
FIN.