Amistad sin barreras


Había una vez una niña llamada Sofía que asistía a una escuela muy especial. Sofía tenía TEA (Trastorno del Espectro Autista) y, a veces, se sentía diferente de los demás niños.

Aunque quería hacer amigos y ser parte del grupo, había algo que la hacía sentirse triste: su dificultad para controlar sus emociones. Sofía solía pegar a algunos de sus compañeros sin darse cuenta de que les hacía daño.

Esto generaba miedo en los demás niños y, poco a poco, Sofía se fue quedando cada vez más sola en el salón. Además, también tenía problemas con el control de esfínteres y eso la avergonzaba aún más.

La maestra de grupo, la señorita Laura, no entendía muy bien las necesidades especiales de Sofía. En lugar de ayudarla a integrarse y entenderla mejor, prefería dejarla salir del salón cuando surgían situaciones difíciles. Esto solo empeoraba las cosas para Sofía.

Un día llegó un nuevo estudiante al salón llamado Lucas. Lucas era un niño muy curioso y amable que no conocía mucho sobre el TEA. Al ver cómo los demás niños evitaban acercarse a Sofía por miedo a ser lastimados, decidió acercarse él mismo.

"Hola, ¿cómo te llamas?"- preguntó Lucas con una sonrisa. Sofia miró sorprendida al nuevo niño pero no respondió. Sin embargo, algo le hizo sentir confianza en él. "No importa si no quieres hablar ahora"- dijo Lucas amablemente-.

"Pero quiero que sepas que estoy aquí para ser tu amigo". Poco a poco, Lucas y Sofía comenzaron a pasar tiempo juntos.

Lucas le enseñó a Sofía juegos divertidos que no involucraban contacto físico y la animaba cuando se sentía frustrada. Aprendió que podía comunicarse con ella de diferentes maneras, utilizando dibujos o señas. Un día, mientras jugaban en el patio de la escuela, Sofía tuvo un accidente con sus esfínteres.

Estaba muy avergonzada y asustada de lo que los demás niños pudieran decirle. Pero Lucas se acercó y le dijo:"No te preocupes por eso, Sofía. Todos tenemos accidentes alguna vez. Lo importante es cómo reaccionamos ante ellos".

Lucas fue a buscar a la señorita Laura y le explicó lo que había sucedido. La maestra finalmente entendió que necesitaba ayudar más a Sofía en lugar de alejarla del salón.

Desde ese día, la señorita Laura trabajó junto con Lucas para mejorar el ambiente del salón de clases. Organizaron actividades inclusivas donde todos los niños pudieran participar sin miedo ni exclusión. Sofía comenzó a sentirse más segura y aceptada por sus compañeros gracias al apoyo de Lucas y la comprensión de su maestra.

Poco a poco, los demás niños también aprendieron sobre el TEA y comprendieron las dificultades de Sofía. Con el tiempo, las cosas cambiaron para mejor en la vida escolar de Sofía.

Ya no pegaba a sus compañeros porque había encontrado formas alternativas para expresar sus emociones. Además, logró tener mayor control sobre sus esfínteres con ayuda de su familia y terapeutas.

La historia de Sofía y Lucas nos enseña que la amistad y la empatía son fundamentales para construir un ambiente inclusivo. Todos somos diferentes, pero eso no significa que no podamos entender y apoyar a quienes tienen necesidades especiales. Juntos, podemos crear un mundo donde todos se sientan aceptados y valorados por ser quienes son.

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