Amistad sin fronteras
Había una vez un lobo llamado Lucas y un niño llamado Mateo, quienes eran los mejores amigos. Un día soleado decidieron ir al bosque para jugar a las escondidas.
Lucas y Mateo corrieron entusiasmados por el bosque, riendo y disfrutando de la naturaleza mientras buscaban el lugar perfecto para comenzar su juego. Finalmente, encontraron un claro rodeado de árboles altos y frondosos donde podían esconderse. - ¡Vamos a jugar a las escondidas! - exclamó Mateo emocionado.
- ¡Claro! Tú te escondes primero y yo contaré hasta diez - respondió Lucas con una sonrisa en su rostro animal.
Mateo se adentró entre los árboles para buscar el mejor lugar donde ocultarse mientras Lucas cerraba sus ojos y empezaba a contar lentamente. El pequeño niño se agachó detrás de unos arbustos, pensando que era el sitio ideal para sorprender a su amigo lobo.
Pasaron los segundos y cuando Lucas terminó de contar, abrió sus ojos esperando ver a Mateo en algún rincón del claro. Pero no había rastro del niño por ninguna parte. - ¿Dónde estás, Mateo? - preguntó Lucas confundido. En ese momento, una risita traviesa se escuchó desde arriba de uno de los árboles cercanos.
Era Mateo, quien había encontrado una rama resistente para trepar hasta lo más alto. - ¡Aquí estoy! - gritó divertido desde las alturas, balanceándose en la rama como si fuera un mono juguetón.
Lucas sonrió y decidió buscar un lugar para sorprender a su amigo. Corrió hacia otro rincón del bosque, escondiéndose detrás de un tronco hueco. Esperaba que Mateo no lo encontrara tan rápido.
Mientras tanto, Mateo exploraba el bosque desde las alturas y se dio cuenta de que Lucas estaba oculto en el tronco hueco. Sin pensarlo dos veces, saltó de la rama y corrió hacia donde estaba su amigo lobo. - ¡Te encontré! - exclamó Mateo con alegría mientras señalaba al tronco.
Lucas salió riendo del escondite, sorprendido por la astucia de Mateo. Era increíble cómo ambos lograban encontrar formas creativas para jugar juntos.
Decidieron seguir jugando a las escondidas por todo el bosque, cada vez buscando lugares más desafiantes para ocultarse y descubrirse mutuamente. La risa y la diversión llenaban el aire mientras disfrutaban de su amistad única. Después de varias rondas emocionantes, los dos amigos se sentaron en un claro soleado para descansar y tomar un respiro.
Estaban cansados pero felices por haber pasado una tarde maravillosa juntos. - Lucas, ¿sabes qué? - dijo Mateo mientras miraba al lobo con cariño. - ¿Qué pasa, Mateo? - respondió Lucas curioso.
- Aunque somos diferentes, hemos demostrado que podemos divertirnos mucho juntos y ser grandes amigos sin importar nuestras diferencias - dijo Mateo con una sonrisa sincera en su rostro. Lucas asintió con la cabeza, sabiendo que Mateo tenía razón.
A pesar de ser un lobo y un niño, habían encontrado la manera de superar cualquier obstáculo y disfrutar juntos de las aventuras. Desde ese día, Lucas y Mateo siguieron siendo los mejores amigos del mundo.
Juntos descubrieron que no importa cuán diferentes seamos, siempre podemos encontrar formas especiales de conectarnos con aquellos que nos rodean. Y así, entre risas y juegos en el bosque, su amistad floreció como una hermosa flor en medio de la naturaleza.
FIN.