Amistad y Diversidad



Había una vez en el pintoresco pueblo de la Viñuela, una niña llamada Samira que acababa de llegar desde Marruecos.

Cuando llegó al pueblo, todos notaron que estaba triste y un poco asustada por estar en un lugar tan diferente al suyo. -¡Hola, soy Martina! ¿Cómo estás? -saludó Martina, una niña curiosa y simpática del pueblo. -Hola... estoy bien, supongo -respondió Samira con timidez.

Martina decidió acercarse a Samira para hacerla sentir bienvenida y mostrarle todas las maravillas del pueblo. Juntas recorrieron las calles empedradas, visitaron la plaza principal donde jugaban los niños y se detuvieron a observar el lago cristalino que rodeaba al pueblo. -¿Te gusta nuestro pueblo? -preguntó Martina con entusiasmo. -Sí, es muy bonito...

pero extraño mi casa en Marruecos -suspiró Samira. Martina comprendió que Samira extrañaba su hogar y decidió hacer algo especial para animarla.

Organizó una fiesta de bienvenida en la plaza del pueblo y le pidió a todos los habitantes que llevaran platos típicos de sus países para compartir con Samira. La noche de la fiesta, la plaza se llenó de luces coloridas, risas y música de diferentes partes del mundo.

Samira probó cada platillo con curiosidad y escuchó atentamente las historias detrás de cada receta. Poco a poco, su corazón se fue llenando de alegría al darse cuenta de lo acogedora que era esa comunidad.

-¡Gracias por todo esto! Nunca olvidaré esta noche tan especial -dijo Samira emocionada. -No hay nada que agradecer, queremos que te sientas como en casa aquí -respondió Martina con una sonrisa cálida. A partir de esa noche, Samira comenzó a integrarse más en el pueblo.

Aprendió palabras nuevas en español jugando con los niños del vecindario, ayudaba a los ancianos en el mercado y compartía sus conocimientos sobre Marruecos con todos los habitantes. Con el tiempo, Samira ya no era la niña triste que llegó desde lejos.

Ahora era parte importante de la comunidad de la Viñuela, donde había encontrado amigos verdaderos y un nuevo hogar lleno de amor y diversidad.

Y así, entre risas y abrazos sinceros, Samira descubrió que el verdadero hogar no siempre está donde nacemos, sino donde encontramos personas especiales que iluminan nuestro camino. Y en aquel pequeño rincón del mundo llamado La Viñuela, ella había encontrado su lugar para brillar junto a sus nuevos amigos.

FIN.

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