Amistades Brillantes



Había una vez un niño llamado Lucas que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas. Cada noche, cuando el sol se ocultaba y las estrellas comenzaban a brillar, Lucas se sentaba en el patio de su casa y miraba hacia arriba. En el cielo, había una Luna hermosa que iluminaba la noche con su luz plateada.

Una noche, mientras Lucas contemplaba la Luna, decidió hablarle.

"Hola, Luna. ¿Por qué brillas tanto?"

La Luna sonrió y le respondió:

"Hola, Lucas. Brillo para guiar a los que tienen miedo de la oscuridad. Pero a veces la oscuridad también puede ser una oportunidad para descubrir cosas nuevas. ¿No crees?"

Lucas, curioso, se dio cuenta de que había algo especial en esa conversación.

"Sí, pero a veces me da miedo estar solo nunca. A veces extraña a mamá y a papá. ¿Tú también te sientes sola?"

La Luna le contestó con ternura:

"No siempre, Lucas. Tu corazón tiene un lugar especial para el apego, que es como un abrazo. Cuando amas a alguien, como a tus padres, creas un lazo que te hace sentir seguro. Este lazo es como una cuerda brillante que te conecta con ellos, incluso cuando están lejos."

Lucas pensó en su mamá y su papá, que siempre le daban abrazos. Eso le llenaba de calidez y alegría.

Una noche, mientras soñaba, Lucas se encontró en un bosque oscuro.

"¿Dónde estoy?"

preguntó asustado. La oscuridad parecía amenazante y comenzó a llorar.

Justo en ese momento, la Luna apareció en el cielo.

"Lucas, recuerda lo que hablamos. Usa tu luz interior y tu valiente corazón. El apego te conecta, y la resiliencia te ayuda a levantarte cuando caes."

Lucas respiró hondo y recordó los abrazos y las risas con sus padres. Se sintió más fuerte de repente.

Entonces dijo:

"¡Puedo hacerlo!"

Y así, con valentía, empezó a caminar. Se dio cuenta de que cada paso lo llevaba un poco más cerca de la claridad. La oscuridad comenzó a despejarse y el bosque lo rodeaba con árboles brillantes que lo ayudaban a recordar la luz de la Luna.

Finalmente, llegó a un claro donde la Luna resplandecía más que nunca.

"¡Lo logré! ¡No estoy solo!"

exclamó Lucas, lleno de alegría.

La Luna le respondió:

"Así es, amigo. El apego te da la fuerza, y la resiliencia te permite superar tus miedos. Juntos, pueden iluminar hasta las noches más oscuras."

Desde entonces, Lucas sabía que siempre tendría el amor de sus padres en su corazón y la fuerza para enfrentar cualquier desafío.

Al volver a despertar, Lucas sonrió, comprendiendo la conexión entre el amor y su valentía. Las noches que pasaba mirando a la Luna ya no le daban miedo, porque sabía que el apego a su familia y su resiliencia podrían llevarlo a donde quisiera.

Y aunque la Luna estaba lejos, siempre estaría brillando para él, recordándole que la fuerza del amor y la valentía nunca se irían.

Desde aquel día, Lucas no sólo miraba la Luna con admiración, sino que también aprendió a ver su propia luz interna, esa que lo guiaba en cada paso que daba.

FIN.

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